Hace unos 10 días, sobre una plataforma construida junto a la carretera principal que atraviesa Navalagamella, ha sido instalado un carro de combate soviético T-26; todo apunta a que sería uno de los que en la guerra civil sirvió en el Ejército popular. Se calcula que a lo largo de toda la guerra, fueron unas 300 unidades de este modelo las que recibió el Gobierno republicano. En las sucesivas batallas, un buen número de estos tanques, entre los mejores del mundo en su tiempo, resultaron destruidos, mientras que otra cantidad apreciable logró ser capturada en condiciones de uso por el Ejército sublevado. En cualquier caso, con el triunfo de las fuerzas franquistas y el final de la guerra civil, todo el material bélico en manos del ejército vencido que no pudo cruzar a Francia pasó a manos del vencedor, como lógico botín de guerra. En adelante, y hasta que en los años 50 la dictadura de Franco recibió nuevo material bélico de USA (su siguiente gran aliado tras la derrota de los fascismos alemán e italiano), los T-26 soviéticos constituyeron una parte sustancial de los medios acorazados del Ejército español.
Durante la guerra civil, por el hecho de que el mismo modelo de tanque estuvo en los dos ejércitos enfrentados, y posiblemente también por razones propagandísticas, los T-26 franquistas fueron pintados con una visible bandera bicolor en la parte posterior de la torreta y en los laterales del cañón, así como un aspa negra sobre fondo blanco en la escotilla de la torreta. El origen de este aspa, que originalmente nació de la necesidad de identificar a los aviones de los sublevados desde el propio 18 de julio, podría ser una alegoría a la cruz de Borgoña, pero es más factible que representara una tachadura de la bandera tricolor republicana existente en el timón de cola de todos los aviones de caza, observación y bombardeo de la aviación militar española. Volviendo a los tanques, cuando terminó la guerra y todas las unidades existentes en el país pasaron a las mismas manos, con la excepción del aspa, esas llamativas identificaciones visuales destinadas a evitar el fuego amigo fueron cubiertas nuevamente con pintura verde de camuflaje. Los carros de combate T-26 y BT-5 y los blindados BA republicanos que sobrevivieron a la guerra civil estuvieron en servicio de ese modo hasta por lo menos 1953, cuando fueron enviados a la chatarrería.
Considerando todos estos antecedentes, lo que hoy podemos ver sobre la plataforma del lateral de la carretera M-510 a su paso por Navalagamella, es un T-26 en perfecto estado de conservación y que parece recién (re)pintado con la caracterización propia de los carros capturados y utilizados durante la guerra por el Ejército sublevado. El alto grado de rigor histórico con que trabajan quienes en el Ejército restauran las escasas y valiosísimas piezas de armamento de la guerra civil que aún perduran, nos lleva a pensar que la unidad de T-26 expuesto en Navalagamella debió ser uno de los pocos que, en lugar de entrar en 1939 en el servicio activo, pudo quedar expuesto como trofeo y recuerdo de la victoria franquista en el patio o la puerta de un cuartel o de un ministerio. Si hace poco tiempo se ha pintado así, aunque rechazamos esta elección, tiene que ser porque debajo de la nueva pintura del T-26 que nos ocupa hay otra exactamente igual, debajo de la cual a su vez estará todavía el verde de los tanques soviéticos y las identificaciones propias del Ejército popular.
Teniendo esto en cuenta, para nosotros, lo que hay en Navalagamella desde hace dos semanas, no es solo un carro de combate que nos recuerda la batalla de Brunete y el importante esfuerzo que está haciendo este municipio para no olvidar su historia. Lo que el equipo de gobierno municipal ha solicitado o recibido del IHCM (Instituto de Historia y Cultura Militar) y colocado en un espacio público es, para muchos ciudadanos que atendemos al valor simbólico de las cosas, un elemento que (salvo que se aporte una explicación convincente) reivindica el golpe de Estado de julio de 1936 y por extensión, también al régimen al que este dio lugar.
Con una ley de Memoria Histórica en vigencia y un nuevo proyecto de ley de Memoria Democrática cercano a ser tramitado y aprobado, en nuestro colectivo hay dos cosas que no entendemos de la actuación conjunta del IHCM (dependiente del Cuartel General del Ejército de Tierra y suponemos que de alguna manera, también del Ministerio de Defensa) y del Ayuntamiento de Navalagamella.
Por un lado, asumiendo que debe ser escasísimo el número de carros de combate T-26 remanentes de la guerra civil, nos cuesta entender que si se dispone de una única pieza en perfecto estado, se prefiera restaurar la pintura de la etapa de botín de guerra en lugar de la del periodo republicano, que sin duda es más representativa y acorde con la historia de este tanque. Solo si existieran más T-26 en los talleres del Ejército en proceso de restauración, para nosotros sería explicable que a este se lo hubiera restaurado del modo que conocemos. Por otro lado, independientemente de la opción de restauración de la pintura elegida, desde Brunete en la Memoria cuestionamos el acierto de situar en la vía pública un tanque tuneado por el franquismo. Más si recordamos que en Madrid, el proceso de recuperación de la memoria histórica está en pañales porque soporta la frontal oposición de buena parte de la derecha regional, la misma que difícilmente comprende y acepta ciertos valores democráticos ya consagrados por nuestras leyes.
Quienes apreciamos el trabajo hecho en la restauración de los conjuntos de fortines de la entrada de Navalagamella y en las posiciones de Degollados y la Peña, pero no aceptamos la exaltación del franquismo mediante la exhibición de una pieza de botín de guerra, pedimos que se repiense el destino de este T-26 republicano, que fue pagado con el Tesoro español por el Gobierno legítimo para defender el orden constitucional vigente en 1936. Como dato circunstancial, decir que la plataforma sobre la que está situado se encuentra en el Paseo de la Legión Española, el mismo que hasta esta legislatura, se llamaba Paseo del Romeral.
Porque el T-26 del que hablamos es una pieza impresionante del patrimonio histórico nacional y colectivo, pedimos que se aborde un debate acerca de a dónde queremos llegar exponiéndolo. En nuestra opinión, en primer lugar es fundamental velar por el cumplimiento de la ley vigente y hacer justicia a la memoria de quienes perdieron la vida, la salud, los bienes o la libertad defendiendo a la II República. Por esta razón, nos parece que si el T-26 pertenece al Ejército o al Ministerio de Defensa, las condiciones de exhibición y cesión a Navalagamella deberían contar con la opinión favorable de la Dirección General de la Memoria Democrática, a la cual desde aquí pedimos su valoración. Por otro lado, rogamos a quien corresponda, que se esmeren las medidas destinadas a evitar una eventual vandalización o deterioro de este carro de combate, expuesto en un lugar muy vistoso pero poco transitado y a la intemperie.
Para terminar, también queremos pedirle al equipo de Gobierno local de Navalagamella que explique bien qué proyecto de musealización tiene en mente, y que tenga siempre presente la pluralidad política e ideológica de nuestra sociedad a la hora de promover la conservación, el conocimiento y la divulgación de la batalla de Brunete. Su trabajo en este sentido puede merecer críticas y reconocimientos, pero sobre todo, es heredero de una iniciativa que tiene su origen en el esfuerzo de distintas asociaciones, colectivos e investigadores y de gobiernos locales de signo político muy diferente al actual. Hasta hoy, en la trayectoria de este esfuerzo nos podemos ver todos representados. Pedimos que esto no se tuerza.
Gracias por vuestra atención.
Brunete en la Memoria