Antecedentes y sublevación del 18 de julio.
Los antecedentes más remotos de lo que llegó a ser el poderoso Ejército republicano en torno a la capital y en la zona central, sin duda hay que buscarlos antes del 18 de julio de 1936 y en Madrid. Bastante antes de que, a raíz del golpe de Estado de julio de 1936, las milicias se armaran y se hicieran dueñas de la calle en la España leal a la República, habían ido apareciendo en el campo popular distintas organizaciones paramilitares vinculadas a los principales partidos. En ese primer momento, 1933, y al menos en el PCE, el partido que más las fomentó, se trató de grupos de choque destinados a dar protección a actos y dirigentes frente a las fuerzas de seguridad y a los grupos fascistas durante el “bienio negro”. Este embrión miliciano, que según la doctrina política del entonces muy minoritario Partido Comunista debía llegar a convertirse en una organización de masas para permitir la insurrección y la toma del poder por el proletariado, fue ganando fortaleza, organización y tamaño con el paso de los meses. Inmerso en la escalada de violencia que generaba la intensa lucha de clases en marcha, el citado embrión miliciano no terminó sirviendo para su propósito original, sino para asumir una parte importante de la primera defensa del régimen republicano frente a la sublevación, y para convertirse, al menos en la zona Centro, en el principal germen y motor del Ejército popular que iría tomando cuerpo a partir del mes de octubre de 1936.
Si el estallido de la guerra civil pudo sorprender a los dirigentes y militantes de los partidos del Frente Popular más cercanos a la clase media o la pequeña burguesía, no ocurrió lo mismo en el seno de los partidos y organizaciones que desde dentro y fuera de esta coalición creada en enero 1936 representaban con nitidez los intereses y aspiraciones del proletariado con mayor conciencia política: PSOE, UGT, CNT, FAI, PCE y POUM.
Entre las milicias, reales o en proyecto, que habían creado algunas de las organizaciones citadas, fueron sin duda las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) las que antes del 18 de julio habían alcanzado un mayor grado de desarrollo. Formadas en 1933 como pequeños grupos de autodefensa y relanzadas algo tras los hechos revolucionarios de octubre de 1934, estos núcleos fueron ciertamente débiles y solo existieron en la ciudad de Madrid y en la zona de Villalba* hasta que se vieron reforzadas por el triunfo del Frente Popular y con la creación, en marzo de 1936, de la organización unitaria de las Juventudes Socialistas y Comunistas (JSU). En el verano de 1936 las MAOC contaban con unos 4.000 miembros, de los que la mitad estaban en Madrid y habían recibido cierta formación militar en la sierra, a cargo de militares afines al PCE. Salvo excepciones, pocos meses antes del inicio de la guerra, estas fuerzas recién acababan de ser creadas en otras ciudades y zonas de España, siendo débiles en estos casos tanto su organización como su número, y como en Madrid, apenas contaban con armas. Su responsable nacional desde el verano de 1934, Juan Modesto, dijo años después: “no se deben confundir las MAOC con otra cosa, ni hay dinero, ni hay vestidos, ni hay comida, ni hay nada. Todo eso en los tiempos heroicos, que son los de toda su existencia”. Pero aún con estas carencias lastrando su eficacia, los militantes y jefes de estas milicias, sabiendo de alguna forma lo que se le venía encima a la República, desde el 16 de julio se prepararon para dar la respuesta más eficaz posible a la esperada sublevación, extendiendo sobre los centros militares la vigilancia que ya desde tiempo atrás hacían en las calles y concentrándose en puntos clave mientras intentaban conseguir armas como fuera. Llegado ese momento, el grado de organización alcanzado y el trabajo hecho en el interior de los cuarteles intentando romper la obediencia de los soldados hacia los oficiales reaccionarios o golpistas estaban a punto de ser puestos a prueba de manera inapelable.
* Un municipio que gracias al desarrollo ferroviario, tenía un fuerte componente proletario entre su población, igual que ocurría en Colmenar Viejo por causa de las canteras de adoquines empleados en la pavimentación de Madrid. Tomado de “La sierra convulsa” un libro de varios autores coordinado por Roberto Fernández Suarez. Algo similar, aunque en menor medida, pasaría también en Valdemorillo, gracias a la fábrica de cerámicas y vidrio de Giralt – Laporta.
En Madrid, al conocerse la noticia del inicio de la sublevación militar liderada por los africanistas en el Protectorado y en las primeras plazas peninsulares, y rota por tanto la legalidad vigente, las distintas organizaciones políticas y sindicales irán a por las armas sin mayores miramientos allí donde estas se encuentren, y por fin con ellas en la mano, podrán formar o expandir sus primeros grupos milicianos. En paralelo, en medio de una situación confusa y peligrosa, desde el Ministerio de la Guerra, un grupo de militares afines a la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA) organizan con estos grupos cinco unidades asimilables a batallón, el 5º de los cuales queda formado con milicianos pertenecientes al Radio Norte del PCE. Recién constituido, este 5º batallón participa en la toma del Cuartel de la Montaña y de otros, apoyando a las fuerzas del orden y militares leales al Gobierno, que son en ese primer momento los principales defensores de la legalidad vigente. De vuelta a su barriada de origen, Cuatro Caminos, este “batallón” ocupa el convento de los Salesianos de la calle Francos Rodríguez para establecer allí su cuartel, al que de inmediato se empiezan a incorporar nuevos grupos de milicianos. Una vez ha quedado sofocada definitivamente la sublevación dentro de Madrid, otros destacamentos de las MAOC y de otros Radios del PCE arman y organizan a individuos y grupos políticamente heterogéneos, los cuales salen de inmediato hacia la sierra, Toledo, Guadalajara y Alcalá de Henares, donde contribuyen decisivamente a asegurar la situación en favor del Gobierno atacado. Madrid ha pasado en cuestión de horas de ser el objetivo prioritario de la sublevación a constituirse en núcleo principal del poder popular armado. (Todo esto está tomado del libro “El 5º regimiento en la política militar del PCE en la GCE, de Juan Andrés Blanco Rodríguez).
Los Gobiernos republicanos existentes del 17 al 19 de julio (Casares Quiroga y Martínez del Barrio) dejaron pasar horas vitales sin entregar armas a las organizaciones populares que las exigían en muchos puntos del país. En paralelo, las fuerzas militares fueron liberadas del deber de obediencia a jefes y oficiales golpistas, lo que en la práctica supuso algo cercano a la disolución de hecho del Ejército. Con ambas medidas, y sin duda en contra de sus intenciones, lo que se consiguió fue impedir una respuesta armada más rápida y eficaz al plan en marcha de los generales reaccionarios.El siguiente Gobierno, el de Giral (de Izquierda Republicana, y que estará en el poder entre el 19 de julio y el 4 de septiembre de 1936) a diferencia de los anteriores, ya se formó pensando en derrotar la sublevación y sí entregó las armas al pueblo, pero cuando lo hizo ya era tarde para conservar muchos núcleos urbanos que habían estado en disputa. Transcurridos un par de días a partir del 18 de julio, quedan bastante bien delimitadas las zonas del país que se encuentran en manos gubernamentales o en las de los sublevados. Ya se percibe entonces que el triunfo solo parcial del golpe de Estado abre las puertas a una guerra de duración imprevisible, pero que será de muy alta intensidad y que afectará de lleno a la población civil.
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Primera fase de la aproximación de los sublevados a Madrid (julio a septiembre de 1936).
Antes de la sublevación, las fuerzas militares presentes en todo el territorio nacional estaban compuestas por ocho divisiones orgánicas y dos comandancias militares, teniendo la 1ª división orgánica su cabecera en Madrid. Después de la sublevación, en la zona leal al Gobierno quedaron prácticamente el 50% de esas unidades, pero este dato realmente solo contaba sobre el papel, principalmente por causa de dos factores: el grado de preparación y eficacia militar que tenían las tropas peninsulares era bajo comparado con el de las del Norte de África (todas sublevadas) y, en segundo lugar, la mayoría de la oficialidad de las unidades en la zona republicana, o bien se había rebelado, o estaba esperando a pasarse al enemigo, o mostraba una lealtad muy poco entusiasta hacia el Gobierno. (tomado de Michael Alpert “El Ejército republicano”). Estos hechos, unidos a la proliferación de agrupaciones milicianas sin mando único y al descontrol inicial causado por la duplicidad de poderes entre el Gobierno y las distintas organizaciones del Frente Popular, anularon en Madrid la ventaja que otorgaba contar con la superioridad numérica en efectivos armados y con recursos abundantes. Las primeras columnas milicianas que partieron desde la ciudad y sus pueblos solo pudieron emprender acciones limitadas sobre el arco de la sierra, que constituía el objetivo inmediato de las fuerzas al mando del general Mola, que ya estaban partiendo desde las plazas sublevadas de Castilla la Vieja (todas) para ocupar la capital. El Ejército del Norte de Mola estaba formado por las divisiones orgánicas 5ª, 6ª, 7ª y 8ª, de las que había podido disponer de unos 12.000 hombres para destinarlos a la operación sobre Madrid.
En torno al día 20 de julio ya se combate en las sierras. En Somosierra, tras distintas variantes, el puerto del mismo nombre y amplias zonas de sus flancos pasan a manos de las fuerzas de Mola el 24 y días sucesivos. En la primera quincena de agosto el frente de ese sector queda definitivamente fijado delante de Buitrago de Lozoya y del embalse de Puentes Viejas, quedando de momento a salvo el suministro de agua para Madrid. Al Oeste, en la sierra de Guadarrama, el puerto homónimo será ocupado originalmente por fuerzas republicanas, pero estas lo pierden el día 22 frente a una columna de unos 1.000 hombres procedente de Valladolid. Sucederán cinco días de duros contraataques republicanos, que no permiten recuperar la posición, pero sí causan un alto número de bajas por ambas partes. En este sector, los combates se mantienen con gran intensidad hasta la primera semana de agosto. Los republicanos perderán parte de la bajada desde el puerto hacia el pueblo de Guadarrama, pero finalmente lograrán contener y fijar a las fuerzas de Mola. El puerto de Navacerrada quedó en manos republicanas, estabilizándose desde el primer momento y sin grandes combates el frente entre Valsaín y las Siete Revueltas. El Ejército del Norte tampoco se había podido abrir camino hacia Madrid desde la sierra de Guadalajara. (Tomado de J.M. Martínez Bande. Monografía nº 1, “La marcha sobre Madrid”)
Cuando la guerra era una realidad desde hacía menos de un mes, las vigorosas organizaciones republicanas en Madrid y el recién formado Gobierno Giral habían sido capaces de detener a la fuerza militar y a las milicias militarizadas (Falange y Requetés) enemigas que les atacaban desde Segovia y sus provincias limítrofes. Salieron a su encuentro con unidades constituidas a toda prisa por una amalgama de fuerzas de seguridad, soldados, clases de tropa y un puñado de oficiales, procedentes todos ellos de unidades militares incompletas que se unieron con grupos de milicianos voluntarios encuadrados e instruidos en cuarteles (la mayoría del 5º Regimiento) que entonces tenían como mucho tres semanas de antigüedad. La denominación que mejor se ajusta a la realidad de esas primeras unidades republicanas es la de “columnas”, a cuyo frente estaban las más de las veces altos oficiales de carrera fiables junto a los jefes de las milicias, que eran líderes políticos o sindicales carentes (salvo contadas excepciones) de conocimientos militares. En el combate, el derroche de valor y la acometividad de esos hombres, iba en paralelo con la falta de coordinación y enlace entre las distintas armas y con las fuerzas vecinas, la precariedad o la simple inexistencia de los servicios y la inconstancia en la capacidad para mantener un esfuerzo prolongado, ya fuera por agotamiento, por indisciplina o por porque fallaba el mando en alguno de los escalones. Para estas columnas de la primera hora, formadas por centenares de militantes convencidos, el motor de su acción no era la correcta organización y articulación interiores de la unidad a la que pertenecían o el plan de operaciones que la concernía, sino la enorme motivación que sentía cada combatiente al poder por fin empuñar un arma frente a su enemigo de clase, representado por la alianza del capital, la Iglesia y los oficiales y jefes fascistas o reaccionarios que habían protagonizado un “Alzamiento” que quería frenar en seco el vuelo de la II República del Frente Popular, identificada por ellos como la “Anti España”. Para buena parte del proletariado y una fracción significativa del campesinado, el aplastamiento de la rebelión iba a permitir transformar radicalmente la sociedad, superando ampliamente el marco del régimen republicano que existía previamente. Más allá de las diferencias ideológicas, los voluntarios y las voluntarias de las primeras columnas sabían que estaban frente a una posibilidad auténticamente histórica, cuya cara opuesta sería una derrota de también proporciones históricas. Era todo o nada.
Es bien sabido que en una situación de guerra, el valor sin organización está destinado al fracaso. Esta idea pareció ser entendida rápidamente por todos los actores del campo republicano, pero su traducción en acciones unitarias, reales y eficaces que se hicieran notar en los frentes y en la retaguardia presentó dificultades inauditas, implicó conflictos y necesitó de mucho tiempo para dar pasos irreversibles, al punto que los problemas para alcanzar la unidad y la armonía de mando se convirtieron en una de las características más destacadas del ejército popular durante el primer periodo de la guerra. Estas dificultades, que en comparación apenas existieron en el campo sublevado, se explican en gran medida por la heterogeneidad ideológica en torno a qué modelo social había que construir o defender, por el hecho de que el partido que finalmente más vio triunfar sus tesis (el PCE) era el menor en tamaño y más joven en 1936, por la escasez de armamentos, oficiales y suboficiales y por la existencia de un arraigado rechazo y resistencia culturales a todo lo militar entre una gran parte de la clase trabajadora española.
Un documento republicano de agosto de 1936 (AGMAV, C.1165,10) confirma que ya había sido creada en Madrid la Inspección Militar de Milicias, que junto al todavía precario Ministerio de la Guerra era el organismo con mayor jerarquía en cuanto a la dirección de las operaciones y la organización del esfuerzo bélico e industrial en la zona central, sin duda una de las más importantes para la República. Este documento expresa con claridad la necesidad compartida de avanzar hacia una fuerza armada mejor organizada, aunque una cosa sería la intención y otra muy diferente el grado de éxito alcanzado en ese periodo temprano:
“Se crea una organización unificada de milicias que encuadrará a todas las unidades de este tipo que hasta ahora estaban controladas por distintos partidos políticos y organizaciones sindicales. La denominación común será Milicias Populares Antifascistas. Para alcanzar el debido control y disciplina se crea un Comité Central de Guerra que estará compuesto por dos representantes de cada una de las organizaciones adheridas. Este CCG tendrá la máxima autoridad y dictará y hará cumplir todas las órdenes que emanen del mismo o del Estado Mayor*. EL CCG tendrá representación en todos los departamentos de Defensa que tengan relación con las milicias.”
* Organismo gubernamental dependiente del Ministerio de la Guerra que estaba siendo creado nuevamente tras la disolución del existente antes del golpe de Estado.
Las medidas concretas que aparecen contenidas en los apartados de “organización” y “disciplina” muestran que se quiere recorrer buena parte del camino necesario para conseguir que las Milicias Populares Antifascistas sean un instrumento eficaz de lucha, pero como se ve, se trabaja por mantenerlas fuera del mando directo del Gobierno. Hay una duplicidad o bicefalia en la conducción de la guerra que los defensores del mando único y la militarización (principalmente el Partido Comunista) quieren dejar atrás lo antes posible pero que resulta innegociable para los menos entusiastas de resucitar el Ejército o directamente, de aceptar al Estado como principal forma de organización social. Mientras tanto, las máximas energías del Gobierno estaban puestas en crear una nueva estructura que fuera capaz de controlar, articular e integrar a todas las fuerzas presentes en las dos zonas leales: Cataluña, Levante, Aragón, Castilla la Nueva, Andalucía y Extremadura por un lado y Euskadi, Cantabria y Asturias por otro. La otra gran línea de acción gubernamental en pro del esfuerzo de guerra se orientaba a conseguir armamentos y apoyo económico y diplomático entre los supuestos aliados naturales de un régimen democrático, atacado además con la implicación de las potencias fascistas. Pronto la frustración cosechada hará mirar hacia la URSS como única alternativa de supervivencia.
Contenidas a mitad de agosto las tropas de Mola en la sierra, Madrid deja de sentir por un cierto periodo de tiempo que sigue pesando sobre ella una grave amenaza militar. Disfruta de una engañosa seguridad, más justificada por la lejanía del frente Suroeste que por la evolución de las operaciones. En ese momento, la provincia de Toledo, enteramente leal, salvo el Alcázar, representaba un espacio de seguridad que permitía a las fuerzas presentes en Madrid atender otras prioridades diferentes a la fortificación del entorno de la ciudad. El grueso de las milicias consolidan sus líneas sobre el frente de la sierra sobre el que se contuvo a Mola o le disputan con la columna Mangada la amplia zona montañosa situada entre el Alto del León, Navalperal de Pinares y la zona media de los valles del Alberche y el Tietar. Otras unidades con origen en Madrid se encuentran intentando frenar al Ejército expedicionario de Franco, que tenía al general Varela como jefe de sus columnas. Esta fuerza sublevada, tras haber cruzado el estrecho de Gibraltar, lleva desde el principio de la guerra avanzando desde la zona occidental de Andalucía en dirección a la capital de España sin tropezar con grandes dificultades. Sus distintas columnas, con vanguardias de legionarios y Regulares, cubren etapas de hasta 30 kilómetros diarios, no quedando en los pueblos por donde pasan ni organización ni vidas republicanas que puedan poner en riesgo su dominio.
En ese momento del mes de agosto en el que Giral era el jefe del Consejo de Ministros, el máximo jefe militar republicano a cargo de las operaciones en la zona Centro era el general Riquelme, mientras que el ministro de Guerra (del 6 de agosto al 4 de septiembre) era el teniente coronel Hernández Saravia, sucesor en el cargo del general Castelló. La difícil tarea de Saravia se centraba tanto en atender las necesidades y la organización de los frentes como en poner las bases que, en medio de un ambiente desfavorable, permitieran la creación de un nuevo Ejército regular. En este sentido, y tras un intento fallido de Castelló, se ponía en marcha el primer intento de crear el germen de una nueva fuerza militar regular, el “Ejército voluntario”, desvinculado de las organizaciones políticas y sindicales y formado por reservistas bajo mandos profesionales, una vía que al menos permitirá la aparición en poco tiempo de los primeros batallones de tipo regular. (Tomado de J.M. Martínez Bande. Monografía nº 1, “La marcha sobre Madrid”).
Que las columnas de amplia base miliciana no podrían parar a las aguerridas fuerzas de Franco estaba quedando demostrado sobre el terreno diariamente: el 10 de agosto estas últimas ocuparon Mérida y enlazaron con el Ejército del Norte, el 14 cayó Badajoz y el 3 de septiembre entraron en Talavera de la Reina, distante tan solo 120 kilómetros del centro de Madrid. Para el día 8 esas mismas fuerzas estaban sobre Arenas de San Pedro y allí volvían a enlazar con las de Mola, generando, ahora sí, la idea de un frente compacto que inexorablemente se aproximaba a Madrid por el Sur y el Oeste, mientras que su flanco Norte ya estaba ocupado. El cambio de percepción acerca del curso de la guerra que la pérdida de Talavera provocó en Madrid quedó bien reflejado en la coincidente caída del Gobierno Giral y la destitución del general Riquelme. Largo Caballero (PSOE), nuevo jefe del Consejo de Ministros y ministro de Guerra (Prieto asumía las carteras de Marina y Aviación), era inicialmente defensor de las milicias y la guerrillas como forma de organización armada, pero, seguramente forzado por los acontecimientos y por una parte significativa de su partido, ahora pasará claramente a encaminar su política militar hacia la formación de un nuevo Ejército regular, un empeño para el que podrá contar con un Gobierno de concentración, en el que participan PSOE, IR, PCE, PNV, UR y ERC y tiene el apoyo, desde fuera, de la CNT y la UGT, al que debe sumarse el de la URSS. El PCE ve por fin como las resistencias a sus tesis en favor de la militarización decrecen, pero eso sí, en la misma proporción en que se incrementa el peligro de derrota.
El día 27 de septiembre las fuerzas de Varela rompen el cerco republicano al Alcázar de Toledo y ocupan la ciudad, poniendo en fuga o masacrando a sus defensores y a una parte de la población civil, en línea con lo que dos semanas antes había ocurrido en Badajoz. La maniobra sobre esta capital de provincia, si tenemos en cuenta que el objetivo fundamental e ineludible era la toma de Madrid, resultó de dudosa oportunidad operacional, pero en cambio sirvió de maravilla para el propósito personal de Franco, que era afirmar su liderazgo entre los generales sublevados, principalmente frente a Mola (el “Director”). El manejo propagandístico de esta victoria tan simbólica, junto a su capacidad de interlocución directa con las máximas jerarquías alemana e italiana, que ya estaban suministrando armamentos modernos a los sublevados, facilitaron que Franco fuera nombrado en una reunión de la Junta de Defensa “Jefe del Gobierno del Estado” mientras dure la guerra, un “matiz”, esto último, que su hermano Nicolás omitirá del acta que se dará a conocer públicamente. (Esto está tomado de “El arte de matar”, de Jorge M. Reverte, pg. 62).
Finalizando septiembre de 1936, frente a las trincheras republicanas ya existía un contendiente con todos los atributos necesarios para sacar el máximo rendimiento a su potencial bélico: Un mando perfectamente estructurado y jerarquizado*, unas fuerzas auténticamente militares, el apoyo de una fracción significativa de la población, una buena parte del territorio nacional en sus manos y la cobertura ofrecida por la Iglesia, la oligarquía y el capital nacionales, a los que se sumaban el apoyo militar abierto de las potencias fascistas y la inacción cómplice de las naciones europeas con régimen parlamentario, ya organizadas en torno al Pacto de No Intervención, suscrito a finales de agosto por 27 países. En contraste, en el lado gubernamental quizás se estaba en el momento más bajo de cuantos se habían vivido hasta entonces en la zona central, pero este punto crítico iba a resultar también el de inflexión. De otro modo la guerra jamás hubiera podido durar 30 meses más. Este proceso tuvo hitos fundamentales:
* El general Franco es el “Caudillo o Generalísimo” y el general (y marqués) Fidel Dávila es jefe de la Junta Técnica del Estado. Desde el 1º de octubre sus fuerzas militares y zonas se organizan en: Ejército del Sur, mandado por el general (y marqués) Queipo del Llano y Ejército del Norte, mandado por el general Emilio Mola. (Esto está tomado de “El arte de matar”, de Jorge M. Reverte, pg. 63).
A partir de la fecha en que asumió sus cargos, el 4 de septiembre, Largo Caballero, jefe del “Gobierno de la Victoria” reemplazó al frente del Estado Mayor Central al teniente coronel Federico de la Iglesia, nombrando en su lugar al comandante Manuel Estrada Manchón. Se crean los Teatros de Operaciones como verdaderas unidades estratégicas, uno de los cuales será el del Centro (TOCE), con cinco sectores, que en ese momento iban de Guadalajara hasta Cáceres. Ya puede hablarse con propiedad de un Ejército del Centro, a cuyo frente deja de estar el general Riquelme tras la pérdida de Talavera, asumiendo este puesto el coronel Asensio Torrado, recién ascendido a general. Mediado septiembre, el general Sebastián Pozas se hace cargo del mando de la 1ª división orgánica, la que tiene su cabecera en Madrid. Al finalizar septiembre se disponen también otras dos medidas de calado: La asimilación a la escala activa del Ejército de los oficiales y suboficiales procedentes de milicias que fueran merecedores de ello y la atribución a las milicias de los mismos derechos y deberes que corresponden a las fuerzas militares.
A partir del día 10 de octubre el Ejército del Centro adquiere carácter, condición y fuero militares (y los restantes ejércitos, el 20), quedando desde ese momento todos sus componentes sometidos al Código de Justicia correspondiente. Cinco días más tarde, el ministro de la Guerra asume el mando supremo de todas las fuerzas armadas ya organizadas. Él y su nuevo Estado Mayor (del Ministerio de la Guerra)*1 darán las órdenes, redactarán los planes de campaña y dictarán las instrucciones que consideren necesarias (a las fuerzas de Tierra). Se crean las Escuelas Populares de Guerra para la formación de los nuevos oficiales. Los comisarios, que ya estaban presentes en las milicias, son asimilados al nuevo Ejército que se empieza a construir a marchas forzadas. Son encuadrados 8.000 Carabineros y, al ser llamados a filas de manera obligatoria los reemplazos de 1932 a 1934, se termina con la incorporación voluntaria como única forma de reclutamiento. Las nuevas insignias, el nuevo saludo y un intenso trabajo político y propagandístico son otras medidas que deben capacitar al Ejército popular para cerrar el paso a las columnas franquistas*2 que avanzan hacia Madrid. (Tomado de J.M. Martínez Bande. Monografía nº 1, “La marcha sobre Madrid” y de “Trayectoria, memorias de un militar republicano”, de Antonio Cordón, pg. 233).
*1. Aclara Antonio Cordón (“Trayectoria, memorias de un militar republicano”, pg. 238), que no debe confundirse el EM del Ministerio de la Guerra con el EMC (Estado Mayor Central). El primero, que carecía de mando sobre las fuerzas, asesoraba al ministro de la Guerra, que desde el decreto del 15 de octubre detentaba la jefatura del Ejército, mientras que el segundo (el EMC) coordinaba las acciones de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire (era un verdadero EM del conjunto de las FFAA). A partir de la segunda quincena de octubre se publicaron los siguientes nombramientos en los medios oficiales: jefe supremo del Ejército popular, Largo Caballero; comisario general, Álvarez del Vayo; jefe del Estado Mayor Central, general Toribio Martínez Cabrera (sería en sustitución del comandante Manuel Estrada, crítico con el ministro); subsecretario del Ejército de Tierra, general José Asensio Torrado; jefe de las fuerzas del Centro, general Sebastián Pozas; jefe de la 1ª división orgánica, general José Miaja. (Los nombramientos están tomados del mismo libro, pg. 233).
*2. Denominación que, tras la elección de un “Generalísimo”, parece perfectamente apropiada para hacer referencia a los sublevados de julio.
Otra seña de identidad reconocible del flamante Ejército popular (EPR) será la supresión del regimiento como principal unidad táctica y la aparición con esa función de la brigada mixta (3.000 combatientes), que estará constituida (al menos teóricamente) por cuatro batallones de infantería acompañados de artillería y servicios. Se esperaba que con esta composición, una brigada mixta, o su par, la brigada internacional, pudiera ser autosuficiente en el combate y a la vez ágil en sus desplazamientos. El día 8 de octubre se dispone la creación de las brigadas mixtas 1ª y 2ª. Estas, y las sucesivas, estarán formadas por batallones que podrán proceder de milicias, del Ejército voluntario, del antiguo Ejército, de reclutas o de Carabineros, siendo sus mandos los más capacitados y motivados posibles, tanto si eran profesionales como si procedían de milicias. Se están realizando avances y cambios muy sustanciales e importantes, pero constituyen solo el principio de un proceso largo y difícil. Pasará todavía tiempo antes de que el campo republicano cuente con un ejército verdaderamente regular, entre otros motivos, porque Largo Caballero conserva cierta simpatía por las tesis anarquistas y por la concepción miliciana de la guerra, lo que hace que el camino hacia la militarización propuesto o impuesto por los comunistas (y por la realidad) se transite más lentamente, precisamente por la desconfianza del jefe supremo del EPR hacia los primeros y de paso, hacia la URSS. Independientemente de esto, el final del mes de septiembre coincide también con el inicio de la llegada de los primeros especialistas y envíos de armas soviéticos, dos elementos imprescindibles para poder crear, armar y expandir el nuevo Ejército popular y para poder siquiera plantearse una defensa de Madrid.
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El avance franquista desde Toledo (octubre y primera semana de noviembre de 1936).
Franco, ya jefe supremo del campo sublevado, necesita hasta el 1º de octubre para dar la orden de reiniciar desde Toledo el avance sobre Madrid. Desechando otras opciones tácticas, el asalto de la capital se hará, por decisión suya, desde el Sur y el Oeste. Es la dirección más corta, pero no la más fácil. El Ejército del Norte de Mola (que ha absorbido al Ejército expedicionario) tiene entonces en situación de cumplir esta misión unos 14.000 hombres, distribuidos en los sectores Norte (columnas Nevado, Merlo, Santa Pau, Cebollino y Rada y mando de Valdés Cabanillas) y Sur (columnas 1ª o Asensio; 2ª o Barrón, 3ª o Delgado Serrano, 4ª o Castejón y “de caballería” o Monasterio. El mando de conjunto es del general Varela, con el coronel Yagüe como subordinado inmediato). Por norma, cada columna de infantería de Varela estaba formada por dos tabores de Regulares, una bandera del Tercio y una batería artillera (tabor y bandera eran unidades equivalentes a batallón, unos 800 hombres). En ese momento, las fuerzas de Asensio Torrado que se interponen en su camino sumaban cerca de 25.000 hombres, encuadrados (de derecha a izquierda) en las columnas mandadas por: Rubio (base en El Escorial), Mangada (Navas del Marqués - Robledo de Chavela), López Tienda (Cenicientos – Escalona – Pelahustán), Del Rosal (Sotillo de la Adrada), Sánchez Plaza (Valmojado, carretera de Extremadura), Mena (base en Olías, carretera de Toledo) y Burillo.
El avance que desde el 3 hasta el 19 de octubre hacen las reorganizadas fuerzas de Mola no es exactamente igual de rápido y fulminante que el que realizaron previamente las columnas expedicionarias que alcanzaron Badajoz, Talavera o Toledo, pero se le parece bastante. La resistencia republicana está más endurecida, pero sigue siendo incapaz de frenar al enemigo en campo abierto o de prohibirle la entrada en los pueblos. La hábil manera de maniobrar de las columnas franquistas, formadas mayoritariamente por fuerzas rifeñas mercenarias y legionarios, a pesar de que ya están sufriendo bajas mucho más numerosas que antes en los combates, deshace toda posibilidad de consolidar cualquier idea de frente defensivo estable y duradero, sobre todo en el sector Sur, donde el terreno es ondulado o directamente llano. Posiblemente este panorama se viera agravado por la vocación de Asensio Torrado de pasar localmente al contraataque cada vez que se presentaba la posibilidad, en lugar de ordenar un repliegue ordenado y paulatino de sus columnas que, aceptando la superioridad del enemigo, intentara al menos ralentizar su avance y permitiera conservar el máximo de fuerza propia. El crecido número de bajas republicanas y la pérdida continua de precioso material de guerra y territorio dentro del amplio triángulo ideal formado por las ciudades de Madrid, Ávila y Toledo así lo evidencia.
Consecuencia directa de estos hechos tan graves, y como ya se mencionó antes citando a Antonio Cordón, entre los días 20 y 22 de octubre se producen algunos cambios relevantes en la cadena de mando republicana: el general Miaja reemplaza al general Pozas al frente de la 1ª división orgánica de Madrid, mientras que este sustituye al general Asensio Torrado como jefe del Ejército de Operaciones del Centro. Este último es nombrado subsecretario del Ejército de Tierra, un cargo que no tiene mando directo sobre tropas, pero sí una trascendente cercanía al ministro de la Guerra. De estos movimientos, el más destacable es sin duda alguna la salida del Ejército del Centro de Asensio Torrado, al que los comunistas ya apodaban entonces “el general de las derrotas”*1. También ese día 20 de octubre la Inspección General de Milicias pasa a depender del Ejército de Operaciones del Centro, cambiando su nombre por el de Comandancia de Milicias, indicando este hecho que se profundiza y acelera el proceso de militarización de estas fuerzas. No hay otra opción estando las columnas franquistas ya con un pie dentro de la provincia de Madrid también por el Oeste y el Suroeste. La última acción militar que protagoniza Asensio Torrado antes de pasar a su nuevo destino en el Ministerio de la Guerra es el intento de recuperación de Illescas, que desde el día 18 era la plaza más cercana a Madrid ocupada por las fuerzas franquistas (40 kilómetros). Tres días de duros asaltos (20 al 23) pondrán de manifiesto los defectos habituales en la forma de combatir de los republicanos, pero también ciertas fortalezas que se empiezan a ver en determinadas unidades que cuentan con buenos mandos y hombres conscientes. Al menos una parte de aquellas ya se pueden considerar fogueadas y fiables, no en vano a la formación recibida en los cuarteles del 5º Regimiento ya suman la experiencia de tres meses de guerra. Illescas no se pudo retomar, pero en su defensa la columna de Barrón tuvo más de 300 bajas. Vinculado al contraataque de Illescas aparece un nombre que será trascendental, el del teniente coronel Vicente Rojo*2, quien esta vez ejerce excepcionalmente el mando directo sobre fuerzas, lo que le permite ver de primera mano cuáles siguen siendo sus principales carencias.
*1.Posiblemente también algo tuviera que ver en esta destitución su neutralidad política, la cual era una característica común a varios altos oficiales que formaban parte de su círculo cercano, algunos de los cuales, según relata Cordón, se pasaron al enemigo en cuanto se les presentó la ocasión.
*2.Rojo, con el grado de comandante, ya había mandado una columna en Somosierra durante los primeros días de la guerra. El 15 de agosto entró en el EM del Ministerio de la Guerra. Medió para conseguir la rendición del Alcázar de Toledo. El 20 de octubre fue ascendido a teniente coronel y nombrado jefe segundo del EMC.(Tomado del prólogo de “Así fue la defensa de Madrid”, de Vicente Rojo, a cargo de Manuel Tuñón de Lara).
Las unidades republicanas que esos días marchen al frente se cruzarán con largas columnas de refugiados que abandonan sus casas en el último momento ante el avance de las fuerzas franquistas. En un verdadero drama humanitario, miles de personas huyen precipitadamente hacia la capital llevando consigo los enseres imprescindibles y sus animales domésticos. Es uno de los episodios más amargos de la guerra en curso. Madrid, que los acoge a todos, sufre esporádicos bombardeos aéreos desde agosto. Ya se percibe la guerra con mayor crudeza en la ciudad y en su extrarradio, y aunque tarde y sin un verdadero plan integral, finalizando octubre una parte de la población está participando en la construcción de obras de fortificación hacia el Oeste y el Sur bajo la dirección de expertos militares. En ese momento, considerando las fuerzas que tiene sobre el terreno cada contendiente, existe una ventaja numérica para los republicanos, frente a la que los sublevados tienen una clara superioridad cualitativa* que no tiene por qué durar para siempre, algo que sus jefes superiores no ignoran. En esta línea, con Madrid a solo 40 kilómetros de sus vanguardias, Franco y Mola son perfectamente conscientes de que tienen que aprovechar cada hora disponible para avanzar a la máxima velocidad posible: Frente a sus columnas el enemigo republicano está ganando en experiencia y resistencia día a día, al tiempo que se espera la entrada en acción de nuevas unidades y de las modernas armas soviéticas que han desembarcado durante septiembre en los puertos de Alicante y Cartagena. Quizás los generales de Franco lamenten entonces los días perdidos en la toma de Toledo, aunque no lo dicen.
* Bande habla de 27.000 y 20.000 hombres respectivamente ob. cit. pgs. 237 y 238.
De cara a las operaciones de la aproximación final hacia Madrid, Franco ordena que el peso principal de la operación recaiga sobre las columnas del general Varela, las que constituyen el sector Sur. Esta agrupación, que hasta entonces estaba dotada con cuatro columnas, pasa desde el día 19 a tener nueve. Las cinco primeras tienen por jefes respectivamente a los tenientes coroneles Asensio, Barrón, Delgado Serrano, Castejón y Tella, la 8ª la manda Bartomeu y la 9ª Monasterio; su misión es la de atacar sobre las carreteras de Extremadura y Toledo. Cuentan con el refuerzo de material artillero y de carros que acaban de llegar de Italia y Alemania, que se suma a cierta aviación proveniente de esos países que ya está presente, además de la española sublevada. Frente a ellas, las fuerzas republicanas bajo mando del general Pozas tienen el apoyo de la aviación leal pero todavía no han recibido material soviético. Están organizadas en columnas con los siguientes mandos: Rubio (El Escorial); Márquez (antes Mangada, Santa María de la Alameda); Martín González, a la izquierda de la anterior; López- Tienda (Brunete); Escobar (carretera de Extremadura); Puigdendolas (Torrerjón de la Calzada, Griñón, Torrejón de Velasco y Yeles) y Burillo (Castillejo). La orden que recibe Mola y que este traslada a Varela es la de tantear la resistencia enemiga en distintos sectores y avanzar allí por donde se pueda. A raíz de los combates que tienen lugar entre el 20 y el 27 de octubre, los republicanos retroceden en todos los sectores donde son atacados, perdiendo pueblos tan importantes como Navalcarnero, Griñón o Seseña. El riesgo que se cierne sobre Madrid crece diariamente, pero mientras, en la profundidad de la zona republicana se están terminando de encuadrar las primeras seis brigadas mixtas y dos internacionales, estas últimas en Albacete. También están siendo ensambladas a marchas forzadas las primeras remesas de armas soviéticas que ya están en España tras haber llegado por mar. El factor tiempo resulta determinante para definir el destino de la capital.
El 29 de octubre se producirá un contraataque republicano que marcará un verdadero hito en el curso de las operaciones, pero que se saldará nuevamente con un balance cuanto menos neutro (y por tanto decepcionante) para los defensores de Madrid. En Seseña, primer objetivo de cara a un nuevo intento de recuperación de Illescas, tuvieron su bautismo de fuego tanto la recién formada 1ª brigada mixta* como una compañía (15 tanques) de T-26 con tripulaciones soviéticas, pero la descoordinación entre carros e infantería no permitió aprovechar el enorme potencial que ofrecían en el combate ambas armas combinadas. En una situación que se repetirá con preocupante frecuencia, la infantería republicana, poco instruida en tácticas de guerra mecanizada, quedó rezagada respecto a los tanques y estos tuvieron que combatir solos dentro del estrecho casco urbano, causando un importante daño al enemigo, pero perdiendo tres de sus unidades con sus respectivas tripulaciones. Seseña mostró lo difícil que sería el aprendizaje de la guerra moderna para las unidades que venían de milicias, incluso cuando contaban con el apoyo de los mejores armamentos soviéticos del momento y de asesores y combatientes del mismo origen. La construcción del Ejército popular estaba teniendo lugar en medio de la lucha, y esta absorbía todos los elementos disponibles antes incluso de que hubieran completado un mínimo periodo de instrucción; la urgencia imperaba claramente sobre la planificación. Tras Seseña, en los últimos días de octubre y primeros de noviembre, el avance de las columnas franquistas hacia Madrid siguió siendo imparable, pasando sistemáticamente a sus manos cuantos pueblos atacaran (existió otro intento republicano con tanques sobre el flanco derecho de Varela el día 3, pero también fracasó). En el sector Norte, el menos activo, las vanguardias de Valdés Cabanillas (reemplazado el día 3 por el coronel Palenzuela) se situarán en la primera semana de noviembre sobre la línea Peguerinos – Robledo de Chavela – curso alto del río Perales, permaneciendo republicanos Quijorna (hasta el día 13), Villanueva de la Cañada, Valdemorillo, Zarzalejo y El Escorial. En el sector Sur, a cargo de Varela, Yagüe, jefe de las columnas de Asensio, Delgado Serrano y Castejón, actúa por la izquierda, mientras que las columnas de Barrón, Tella y Monasterio, lo hacen por la derecha. Entre los días 30 y 31 serán de Varela los pueblos de Villamantilla, Villanueva de Perales, Brunete, Sevilla la Nueva, Humanes, Parla y Valdemoro. El 2 de noviembre corren la misma suerte Villaviciosa de Odón, Móstoles, Fuenlabrada y Pinto y el 4, Alcorcón, Leganés y Getafe.
* Mandada por Líster, cuya profesión antes de la guerra era cantero y su nombre verdadero, Jesús Liste. Este jefe de milicias, igual que Juan Modesto, al menos había recibido formación en la Academia Militar Frunze, de la URSS.
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La batalla de Madrid (7 al 23 de noviembre de 1936).
Ese 4 de noviembre, la situación de inminente peligro para Madrid fuerza o permite, según se interprete, la entrada de cuatro ministros de la CNT en el Gobierno de Largo Caballero. Con el Presidente Azaña ya en Barcelona desde dos semanas atrás, este mismo Gobierno termina de abandonar Madrid rumbo a Valencia el día 6 porque no cree que se pueda conservar la ciudad y porque, aunque se luchara por hacerlo, su presencia no sería en absoluto determinante, algo en lo que todos estaban de acuerdo, a pesar de lo negativo que resultaba el propio gesto de la evacuación (sí permaneció Federica Montseny, flamante ministra de Sanidad, anarquista). A partir del día 4, arrecian los bombardeos aéreos que ya se conocían, y desde el 5 o el 6 existirán combates aéreos sobre Madrid. Este último día caen también los primeros tiros de la artillería franquista, que ya tenía la capital al alcance de sus piezas de mayor calibre. Antes de partir, en la tarde noche del 6, el subsecretario Asensio Torrado entrega sendas cartas a los generales Pozas (jefe del Ejército de Operaciones del Centro) y Miaja (jefe de la 1ª división orgánica). Al primero se lo confirma en su cargo, y al segundo se lo nombra jefe de la Defensa de Madrid, una responsabilidad envenenada para la que no existía ningún plan militar previo. Miaja contará al menos con un EM propio, con la Comandancia Militar de Madrid y con el apoyo de una Junta de Defensa que se deberá crear de inmediato*. Para la jefatura del EM citado, Largo Caballero dejó nombrado al teniente coronel Vicente Rojo Lluch, quien a su vez contó con los coroneles Fontán, Urbano y López y los comandantes Matallana y Suarez Inclán para constituir sus secciones.Según la orden dejada por el gobierno a Miaja, la defensa de Madrid se sostendría “a toda costa”, pero, si se impusiera la retirada (contradicción), esta se haría hacia Cuenca y obedeciendo a Pozas. El Gobierno pedía a Madrid al menos una semana de resistencia (nueva contradicción) para poder montar un fuerte contraataque que, desde el valle del Jarama y a cargo de las nuevas 6 brigadas mixtas y 2 internacionales, golpeara el flanco derecho de Varela y cortara su enlace con la retaguardia.
* Esta Junta de Defensa tenía por presidente al propio Miaja, un secretario (Fernando Frade, del PSOE) y ocho consejeros, estando las funciones de mayor relevancia (Guerra y Orden Público) a cargo respectivamente de los comunistas Antonio Mije y Santiago Carrillo. Esta Junta reunía a las organizaciones políticas y sindicales, no tenía responsabilidades militares ni mando sobre las fuerzas y su función era facilitar en todo lo posible la articulación de la defensa de la ciudad y su vida interior. Se reunió por primera vez en la tarde del día 7, siendo disuelta en abril de 1937.
Cuando Miaja recibió su carta y Rojo su nombramiento, las fuerzas disponibles para la defensa de Madrid estaban encuadradas en unas columnas que en algunos casos se encontraban en situación de derrota, huida, e incluso descomposición. Eran entre 15 y 20 mil hombres situados sobre un arco de frente de 30 kilómetros que acababan de ocupar, sin saberse cuál era la situación exacta de las líneas, ni si las mismas se encontraban guarnecidas en todos sus puntos. La noche del 6 al 7 fue de trabajo frenético para Rojo y su EM. Transcurrió tratando de localizar a todas las columnas y resituándolas, a fin de crear el frente continuo que no existía previamente. Sobre la marcha se tuvieron que formar dos columnas nuevas con las que taponar sendas brechas, una en el Puente de la Princesa y otra en Casa de Campo. Antes de dejar Madrid, Largo Caballero y su EM, en coherencia con la resistencia limitada que esperaban de Miaja, habían dispuesto que las 6 nuevas brigadas mixtas y 2 internacionales que estaban terminando su instrucción en La Mancha y en Levante se desplazaran al Teatro de Operaciones del Centro. La 1ª (Líster) ya estaba en Madrid desde antes, pero ahora se le sumarán la 3ª (Galán) y la XI internacional (Kléber). Las recibe Miaja, pero si quiere emplearlas en el combate tendrá que pedir autorización al EM del Ministerio de la Guerra. A pesar de esta limitación, de hecho se estaba condicionando, y mucho, el plan militar que contemplaba el abandono de Madrid. Seguramente en Valencia se tuvo que empezar a asumir muy pronto que una gran parte de los recursos disponibles, en contra de lo previsto, se acabarían volcando en la defensa de la capital.*
* Lo que tanto para Bande ob. cit. pg.277 como para Reverte, ob. cit. pg. 93, prueba la influencia soviética en la conducción de las operaciones y la pugna por los recursos entre los comunistas, Miaja y Rojo por un lado y el Gobierno de Largo Caballero y su EM ministerial por otro.
Todo esto ocurría en medio de una vorágine de expresiones y sentimientos que, tanto entre los madrileños como entre los miles de refugiados llegados de las zonas ocupadas, iban desde la exaltación y el heroísmo hasta el pesimismo e incluso el derrotismo. El enemigo no había podido ser detenido desde que iniciara su avance partiendo desde Andalucía, y ahora estaba sobre la línea Villaverde – Carabanchel – Retamares – Casa de Campo preparando el asalto final. En la mañana del día 7 Miaja daba la orden de defensa a toda costa de la capital, exigiendo a todos, combatientes y retaguardia, que no se escatimaran sacrificios y abnegación. Había que resistir sin ceder ni un palmo más de terreno, y se consideraría traidor al oficial o al jefe que ordenara una retirada. Esperando poder luchar en coherencia con estas normas, desde el amanecer del 7 ya existía una línea defensiva continua que iba desde Villaverde hasta Boadilla y Pozuelo dejando en su retaguardia el río Manzanares. Todas estas columnas, salvo la de Líster, estaban mandadas por militares profesionales. El puesto de mando de Miaja y Rojo quedó instalado en los sótanos del Ministerio de Hacienda. Todas las miradas estaban puestas entonces sobre Madrid, la ciudad del ¡no pasarán! que estaba a punto de convertirse en símbolo mundial de la lucha antifascista. Resistir sin entregar la ciudad era entonces la consigna de los comunistas, del 5ª Regimiento y de las restantes organizaciones presentes en la Junta de Defensa, y también era la opción militar defendida por los asesores soviéticos, que ya estaban presentes junto a los principales escalones del mando en el campo republicano: Berzin en Valencia, Kulik con Pozas y Gorev en Madrid. El 7 de noviembre de 1936, fecha del comienzo de la batalla de Madrid, un documento de su Comandancia Militar* menciona las siguientes fuerzas empeñadas en la defensa directa de la ciudad y en la cobertura de sus sectores cercanos: Columna Barceló : Puesto de mando en Majadahonda. 4.000 hombres, situados en la zona de Valdemorillo, Villanueva del Pardillo, orilla E del río Guadarrama y en Boadilla del Monte.3ª brigada: Comandante Galán. Puesto de mando en el ayuntamiento de Pozuelo. 2.500 hombres, con un batallón en Húmera, dos en Pozuelo y uno destacado. Columna Clairac: Puesto de mando en Casa de Campo. 1.050 hombres. Línea cubierta, de O a E, desde la bifurcación de la carretera de Pozuelo a Húmera con el camino a la casa de Somosaguas hasta las tapias de la Casa de Campo junto a la carretera de Extremadura. Columna Escobar: Puesto de mando en el kilómetro 4,1 de la carretera de Extremadura. 2.470 hombres. Línea cubierta, desde el ángulo SO de la Casa de Campo al Hospital Militar (en Carabanchel, actual Gómez Ulla).Columna Mena: Puesto de mando en el grupo escolar del Puente de Toledo. Unos 2.000 hombres. Línea cubierta, desde el Hospital Militar al kilómetro 4,5 y al kilómetro 4 de la carretera de Toledo. Ocupación irregular, en Carabanchel Bajo están en contacto con el enemigo. Carecen de enlace tanto por la derecha (Escobar) como por la izquierda (Prada).Columna coronel Prada: Puesto de mando en la caseta de peones camineros de la carretera de Toledo. 1.684 hombres. Línea cubierta, del kilómetro 5,5 de la carretera de Toledo hasta el río Manzanares. Columna Internacional: Puesto de mando en la fábrica de cementos de Vicálvaro. Unos 2.000 hombres, concentrados en la zona de Vallecas – Vicálvaro. Columnas Líster y Bueno: Ambas en reorganización, en Arganda. Efectivos de Líster, unos 2.000 hombres.
* AGMAV.arm. 97, leg. 953, carp. 9, doc. 2
El frente guarnecido por estas unidades, naturalmente no ofrecía todavía una gran consistencia, pero contaba con la innegable ventaja de tener líneas de abastecimiento muy cortas, la cercanía de grandes reservas humanas con las que reemplazar bajas y la posibilidad de hacer repliegues parciales sobre zonas urbanas. Era por tanto de más fácil defensa en comparación con el campo abierto. Hay unos 10.000 combatientes en primera línea, más otros tantos en situación de reserva inmediata.
En el campo franquista, llegada la jornada previa al asalto de Madrid, la visión pública que se quería transmitir era la de una seguridad absoluta en la inminente entrada en la ciudad, al punto de que incluso ya estaban redactadas las primeras órdenes para cuando estuviera consumada la ocupación, pero la realidad táctica de las columnas ofrecía también una cara menos alentadora, que llevaría a que en el momento decisivo del combate, todo dependiera de la resistencia moral de los defensores. La dificultad que en las semanas previas había encontrado Mola para avanzar con su sector Norte (columnas de Valdés Cabanillas primero y de Palenzuela después), hizo que Varela con su sector Sur tomara la delantera por el llano, llegándose así a una situación previa al asalto a Madrid que podría calificarse como de tácticamente pésima*. Las columnas franquistas se encontraban lejos de sus mayores bases de aprovisionamiento y quedaron dispuestas en una cuña orientada sobre el eje de progresión que geográficamente era el más difícil. En esta situación, resultaba tentador rehuir el asalto frontal flanqueando el río Manzanares para atacar por Vallecas y Vicálvaro, o hacerlo por Puerta de Hierro y atacar por la Dehesa de la Villa, pero ante estas opciones, la orden que dio Franco, contra el criterio de Mola y de Yagüe, fue la de avanzar de frente, alegando la limitación de efectivos existente. Se fijaría a los defensores por el Sur y, partiendo desde Casa de Campo, se romperían las líneas enemigas para cruzar el Manzanares e irrumpir inmediatamente en la Ciudad Universitaria y Plaza España, zona que debía servir como base de partida para los siguientes avances en el interior de la capital. De izquierda a derecha (o de Norte a Sur), este era el despliegue de las columnas franquistas: Vanguardia: 4ª o Castejón en Retamares; 1ª o Asensio en Campamento; 2ª o Barrón en Carabanchel Alto; 5ª o Tella en Villaverde. Reserva: 3ª o Delgado Serrano en Móstoles y Alcorcón; 6ª, sin mando designado, en Fuenlabrada, Leganés y Getafe. Cobertura de flancos: 7ª o Bartomeu en Brunete y Villaviciosa de Odón; 8ª, sin mando designado, en Pinto y Añover de Tajo y 9ª o “de caballería” en Valdemoro. Estas fuerzas, autoproclamadas “nacionales” tenían como infantería 11 tabores de Regulares, 6 banderas del Tercio y 7 batallones de reclutas o de milicias (Falange o Requeté), más algunas compañías sueltas. La caballería estaba formada por 9 escuadrones, la artillería por 24 baterías y se contaba con 3 compañías de carros, una de blindados, zapadores y servicios. Eran unos 15.000 hombres, de los que cerca de un 40% serían rifeños
*Bande, ob. cit. pg. 286.
7 de noviembre. La orden de operaciones de Varela para el día inicial de la batalla de Madrid disponía que el ataque se realizara empleando cinco columnas. En la derecha, entre las carreteras de Andalucía y Extremadura, las de Tella y Barrón debían fijar al enemigo, mientras que en la izquierda del ataque, las de Delgado Serrano, Asensio y Castejón (todas al mando de Yagüe), debían ocupar la Casa de Campo y alcanzar el río. Frente a ellos, la orden de Miaja, de las 3,30 horas disponía todas sus fuerzas a la defensiva, sin idea de maniobra y sin saber en qué punto de su frente (Sur y Suroeste) haría el enemigo su esfuerzo principal. Comenzada la lucha, pronto las columnas de Tella y Barrón chocan con una resistencia muy firme, mientras que Yagüe apenas consigue entrar en Casa de Campo porque de inmediato recibe un ataque de flanco desde su izquierda. Durante la tarde del 7, en un golpe de suerte excepcional, una copia de la orden de operaciones de Varela cayó en manos de los republicanos cuando estos capturaron una tanqueta italiana. Llevada inmediatamente al puesto de mando de Miaja, este pudo modificar el despliegue de sus fuerzas para reforzar todo lo posible la zona de Casa de Campo, aún a costa de debilitar el sector Sur. Ese 7 de noviembre, por primera vez los republicanos fueron capaces de combatir de una manera coherente, organizada y obedeciendo en bloque al mando, formado esta vez en su totalidad por militares profesionales. Al mismo tiempo, se empezó a reunir la Junta de Defensa para organizar eficazmente la retaguardia y todos los aspectos de la vida en la ciudad. Simultáneamente con la mejoría del comportamiento de miles de combatientes en los parapetos y trincheras, se produjo una asombrosa reacción ciudadana que hizo de la resistencia un camino sin vuelta atrás posible, porque Madrid se convirtió rápidamente, más allá de las consideraciones tácticas y estratégicas y de los planes del gobierno, en un símbolo precioso para la causa popular y el antifascismo mundial, motivos de sobra para que a su vez Franco mantuviera, casi hasta el límite de sus fuerzas y de la lógica estrictamente militar, la pretensión de doblegarlo por todos los medios disponibles, aunque eso supusiera intensificar sin escrúpulos la agresión a la población civil mediante sistemáticos bombardeos aéreos y artilleros que evitaban, eso sí, golpear el barrio de Salamanca.
8 de noviembre. Antes de iniciar la maniobra principal, Yagüe atacó a las fuerzas que le habían acosado el día anterior desde la zona de Húmera - Ventorro del Cano. Una vez que hubo aliviado la situación de ese flanco, se dirigió desde media mañana contra Casa de Campo donde, venciendo una fuerte resistencia pudo ocupar el Cerro Garabitas. De inmediato, bajando del mismo en dirección al Manzanares, alcanzó la tapia de Casa de Campo sobre un frente de unos 200 metros, entre el Puente Nuevo (o de Castilla, pegado al de los Franceses, que era ferroviario) y el Hipódromo. Este día,Tella y Barrón, frente al sector defensivo Sur, solo consiguieron leves progresos. Para Miaja quedaba claro que el máximo peligro estaba en la Casa de Campo, desde la cual podía producirse un cruce del Manzanares a viva fuerza y lograr poner pie en la Ciudad Universitaria. Ese día, los efectivos republicanos involucrados en la defensa de Madrid ya rondaban los 25.000.
9 de noviembre. Las columnas de Tella, sobre la carretera de Toledo y de Barrón, con el Hospital Militar de Carabanchel Bajo a sus espaldas, afrontan en sus sectores respectivos una lucha durísima, casa por casa y solar por solar, que les impide siquiera asomarse al Manzanares, del que están a una distancia promedio de unos 1.500 metros. Las bajas en sus unidades, igual que entre los defensores, son muy altas. Los barrios en disputa tienen nombres como Blandón, Zofio, Terol, Progreso y Basurero. Frente a la Casa de Campo, donde las fuerzas de Yagüe ya casi tocan el Manzanares, el peligro de que puedan forzar el paso del mismo por el Puente Nuevo es inminente y constante. Mientras, en Albacete, y en coherencia con lo prometido a Miaja tres días atrás, el EM del Ministerio de la Guerra ya tiene elaboradoun plan de operaciones destinado a “salvar a Madrid del ataque enemigo”. Se contempla la creación de dos ejércitos: Un Primer Ejército, a cargo del general Miaja, que englobará las fuerzas presentes en Somosierra, Guadarrama y de la Defensa de Madrid, y un Segundo Ejército, a cargo del general Pozas, que estará formado por las brigadas mixtas 1ª a la 6ª, las dos internacionales (XI y XII) más las columnas Burillo, Uribarry y Fernández Navarro. Solo provisionalmente, las fuerzas “prestadas” a Miaja (3ª brigada y batallones de las brigadas 4ª y 5ª) podrían permanecer en el Primer Ejército. Este, tendría que resistir sobre sus posiciones, mientras que la misión del Segundo sería la de cortar, en la retaguardia de las fuerzas que atacaban Madrid, las carreteras de Andalucía, Toledo y Extremadura. Sin duda era un plan muy ambicioso.
10 de noviembre. Miaja reitera a sus unidades la orden de resistir a toda costa sobre las posiciones que tienen, que incluyen todos los puentes del Manzanares. Cuando la situación lo permita, se harán contraataques locales a fin de quebrantar al enemigo y restarle capacidad ofensiva. Esta jornada ambas aviaciones se muestran particularmente activas. Entre las fuerzas de Varela, entra en línea una nueva columna, la de Siro Alonso, que se sitúa sobre la carretera de Extremadura, entre Barrón y Delgado Serrano. También los republicanos siguen incrementando sus efectivos, que rondarían los 27.000 gracias a que los cuarteles del 5º Regimiento que están dentro de la ciudad y en el extrarradio trabajan a marchas forzadas y a que también se están incorporando algunos refuerzos llegados desde el resto de la zona propia. La artillería republicana de Acción de Conjunto (la que no está en manos de las columnas), ya cuenta con 11 baterías. Su jefe es el comandante Zamarro, que tiene al general soviético Voronov como asesor. El observatorio central está en el edificio de Telefónica. Los combates, que siguen a cara de perro en todo el frente de la ciudad de Madrid, permiten que Tella y Barrón mejoren y consoliden algo sus posiciones en la zona Sur, o derecha del ataque, mientras que por la izquierda prosigue la lucha por el Puente Nuevo, sin avances. Según el parte de la Comandancia Militar de Madrid, este era el despliegue de las columnas republicanas de ese día*: Columna Barceló: Puesto de mando en Majadahonda. 4.825 hombres, distribuidos así: 865 en Valdemorillo, 1.620 en Villanueva del Pardillo, 1.070 en Boadilla del Monte, 1.050 en los Polvorines, 70 en Húmera y 150 en reserva. Brigada mixta Galán: En Pozuelo de Alarcón, con unos 2.000 hombres. Columna Enciso: Puesto de mando en villa Sira, en el cruce de la carretera de Aravaca con la de La Coruña. 587 hombres. Batallón CNT: Puesto de mando en el Club de Campo. 600 hombres. Columna Vega (antes Clairac): Puesto de mando en la casa de administración de la Casa de Campo. 1.359 hombres. Columna Escobar (accidentalmente a cargo del teniente coronel Noé): Puesto de mando en el kilómetro 3 de la carretera de Extremadura. 2.500 hombres. Columna Mena: Puesto de mando en el grupo escolar Concepción Arenal. 1.350 hombres. Alzugaray: Es el jefe de sector. Puesto de mando en el cuartel de la GNR en el puente de Toledo. 900 hombres en reserva. Columna Prada: Puesto de mando en la Plaza de Legazpi. 1.200 hombres. Brigada Líster: Puesto de mando en el barrio de Entrevías (Puente de Vallecas). Unos 2.400 hombres. Columna Bueno: Puesto de mando en Vallecas. 1.440 hombres. Brigada Internacional: Puesto de mando en la Facultad de Filosofía y Letras de la Ciudad Universitaria. Unos 1.500 hombres en línea y 120 en Vicálvaro. Columna Álvarez Coque: Puesto de mando en Marqués de Urquijo 40, esquina Ferraz. Puesto de mando de la artillería en Mendizábal 80. Efectivos, unos 500 hombres. Carros de combate: Se desconocen datos. 4ª brigada: Puesto de mando en la Estación del Norte. Unos 2.000 hombres.
*AGMAV.arm. 97, leg. 953, carp. 9, doc. 2. Nota del autor:como el despliegue de las columnas republicanas sobre el terreno experimentó numerosos cambios de sector y mando, se complica mucho situarlas al hacer el relato de los combates diarios, por esta razón he optado por incluir algunas “fotos fijas” de su despliegue, como esta, que corresponde al día 10.
11 de noviembre. Ante la posibilidad real de que la presión que están ejerciendo las fuerzas franquistas produzca una ruptura del frente propio, y quién sabe si su colapso, Miaja dispone, sobre el papel, la creación de 9 sectores defensivos (todos a la izquierda del Manzanares, en la ciudad) sobre los que deberán replegarse sus fuerzas en caso de necesidad, con la idea de defenderlos luego a muerte. Los defensores siguen aguantando, pero la presión que ejerce Varela es máxima. Este día se incorporan a las fuerzas de Miaja entre 1.500 y 2.000 combatientes catalanes. También el Segundo Ejército se refuerza incorporando a la 2ª o XII brigada internacional, ya que su acción ofensiva está cercana. Pozas ya dispone de 9 brigadas (contando con las que tiene “prestadas” a Miaja), tanques y aviación. El plan de contraofensiva dado a conocer por el EM del Ministerio de la Guerra al alto mando el día 9 ya está perfilado hasta en sus detalles, y solo aguarda su día D. El mismo contempla que el Segundo Ejército, mediante una fuerte agrupación formada por las brigadas mixtas 2ª (Martínez de Aragón), 5ª (Sabio), 6ª (Gallo) y XII internacional (Lukácz) más las columnas Burillo, Uribarry y Navarro y el apoyo de tanques y blindados, ataque en las direcciones principales de San Martín de la Vega a Perales del Río y de Valdemoro a Pinto y Getafe, irrumpiendo por la derecha de la columna Tella para inmediatamente extenderse por toda la retaguardia de Varela. Simultáneamente, el Primer Ejército debería atacar Casa de Campo desde tres direcciones distintas: Por el flanco izquierdo, hacia el Cerro Garabitas y desde el estanque. La maniobra conjunta de los Ejércitos de Miaja y Pozas estaba directamente dirigida a cambiar el curso de la batalla, al punto que su objetivo declarado era de máximos: “Destruir al enemigo”, para lo cual el Primer Ejército ya habría alcanzado la cifra de 30.000 combatientes, mientras que el Segundo rondaría los 10.000. La artillería de las brigadas y columnas más la de Acción de Conjunto alcanzaría las 150 piezas. Los días 11 y 12 fueron más tranquilos que los anteriores, era la calma que precede a la tormenta.
13 de noviembre. Ese día Varela tenía a sus órdenes 29 batallones, varias compañías sueltas, 9 escuadrones de caballería, 22 baterías de artillería, 3 compañías de carros ligeros, zapadores y servicios. Unos 18.000 hombres. El día 13 era el día D para los republicanos, el previsto para desencadenar su contraataque, pero Varela se adelantó atacando primero, desbaratando así buena parte del plan enemigo. Un cierto efecto sorpresa permitió que las columnas Tella, Barrón y Siro Alonso consiguieran arrebatar terreno a los defensores y aproximarse algo más al Manzanares, creando una situación muy crítica en la zona central y Sur del dispositivo de Miaja. Al mismo tiempo, en la Casa de Campo las columnas de Yagüe también fuerzan ciertas ganancias, siendo las más peligrosas las que les permiten ampliar hasta unos 700 metros la franja de terreno que controlan sobre la tapia de Casa de Campo, a escasa distancia del Manzanares, entre el Hipódromo y el Puente Nuevo, donde ya estaban desde el 8. A pesar del empuje que aplican en este punto, las fuerzas franquistas no consiguen forzar el paso por el puente, que es defendido heroicamente. Solo unas escasas fuerzas de Miaja llegaron a actuar ofensivamente ese día, y sin resultados, porque bastante tenían con defenderse. En cuanto a Pozas, la única unidad que intentó avanzar decididamente, la XII brigada internacional, fue diezmada asaltando el Cerro Rojo (Cerro de los Ángeles). Las restantes, ni siquiera pudieron iniciar un ataque en condiciones. Tampoco los tanques o la artillería actuaron con acierto. Este plan de operaciones, consistente en una acción ofensiva de envergadura, hubiera sido adecuado para unas unidades regulares y bien instruidas, pero se le encomendó a unas fuerzas que existían más en la imaginación del mando que en la realidad. Un Ejército popular que había comenzado su militarización apenas unas semanas antes todavía no estaba en condiciones de batirse en campo abierto con uno profesional y formado en base a tropas selectas como las de Varela. Largo Caballero, Asensio Torrado y quienes les asesoraran se equivocaron al calibrar las posibilidades propias y las del enemigo. Como consecuencia del descalabro de Pozas y el retorno de su frente a la actitud defensiva, en breve aquel tendría que ceder nuevas unidades a Miaja, a cuyas fuerzas se incorporan ese día también buena parte de la columna Durruti y un batallón andaluz.
14 de noviembre. Calma relativa tras la dura jornada previa. Entre las fuerzas de Miaja, el comandante Arellano, jefe de la 4ª brigada, que defendió de un modo heroico el Puente Nuevo, asume el mando de todas las fuerzas propias desplegadas entre “su” puente y el de Segovia. Al menos en la defensiva, el Ejército popular que se está poniendo a prueba en la defensa de Madrid está mejorando claramente. Las milicias todavía generan esporádicas situaciones críticas cuando tienen momentos de pánico, pero ahora sus posiciones no se pierden, porque de inmediato acuden fuerzas mejor organizadas e instruidas a tapar la brecha. Además, paulatinamente esas milicias combaten mejor porque van aceptando la disciplina, un cambio en el que colabora tanto la función de los comisarios como el prestigio y autoridad que van ganando los mandos, que incluso ya se atreven a exigir obediencia a sus combatientes.
15 de noviembre. Miaja tenía preparado para ese día un plan de ataque cuya principal responsabilidad recaía sobre las recién incorporadas fuerzas de Durruti* y cuyo objetivo era la recuperación de la Casa de Campo. Del lado de Varela, también existían para ese día órdenes ofensivas. Había que saltar el río y subir a la Ciudad Universitaria y el Parque del Oeste, asegurando por fin la base de partida para el posterior asalto de Madrid, una meta que se les resistía desde el mismo inicio de la batalla. Para esta acción se cuenta con las columnas de Asensio y Delgado Serrano, más la de Barrón, que deberá dejar su sector frente a Carabanchel en manos de Tella y Siro Alonso. La antigua columna Castejón, ahora Bartomeu, será reserva y guardará Casa de Campo. Yagüe, enfermo, es reemplazado durante la noche del 14 al 15 por el coronel García Escámez. El ataque contará con el apoyo de toda la artillería, aviación y carros disponibles. Nuevamente, como ya pasara dos días atrás, las fuerzas franquistas se adelantan a las republicanas y atacan primero. A lo largo de la mañana su presión se volverá tan agobiante, que sobre el mediodía forzará a que Miaja a ordene la voladura del Puente Nuevo por el peligro de que sea cruzado de un momento a otro por los carros enemigos. Horas después, al llegar la tarde, partiendo de la tapia de Casa de Campo que dominaban entre Firmes Especiales y el Hipódromo, ciertas fuerzas de Varela, que según parece no alcanzan a completar un batallón, consiguen cruzar el Manzanares aprovechando los vados, y con el impulso que traen, atraviesan sin detenerse la carretera de La Coruña y entran en la Ciudad Universitaria, donde consiguen ocupar el Estadio y Arquitectura, poniendo en fuga a sus defensores. Esa noche se tendía una pasarela de 400 metros sobre el Manzanares.
* En Valencia podría existir una voluntad de cierto sector del alto mando de buscar que fuerzas anarquistas pudieran obtener un importante triunfo en la capital, a fin de contrarrestar la abundante y eficaz propaganda comunista que calaba con fuerza en toda la zona republicana gracias a la victoria de todas las fuerzas populares unidas que se estaba teniendo en Madrid, lo que dejaba en evidencia el inicial criterio del Gobierno de no implicarse a fondo en su defensa. Tomado de Jorge M. Reverte ob. cit.
16 de noviembre. Antes del amanecer las tres columnas de Varela también tienen orden de cruzar el río y explotar el éxito de la tarde anterior, ampliando la zona que dominan en la orilla izquierda. Por su parte, Miaja refuerza el sector amenazado para acabar con la cabeza de puente enemiga, ordenando que las fuerzas de Durruti realicen el esfuerzo principal. Mientras, en el día más activo hasta entonces (los bombardeos sistemáticos habían comenzado el 4), los ataques aéreos llevados a cabo por aviadores alemanes, italianos y franquistas arrecian sobre buena parte de la ciudad, que también recibe los tiros de la artillería. El primer asalto de la mañana es favorable a las fuerzas atacantes, que ocupan la Casa de Velázquez y Agrónomos, mientras que la reacción republicana para acabar con el entrante enemigo fracasa totalmente. La delicada situación que está viviendo Madrid acelera la llegada de nuevos refuerzos, provenientes tanto del resto de la zona republicana como de las fuerzas al mando de Pozas; de este último origen son la 5ª brigada mixta y la XII internacional, muy debilitada tras los combates previos en el Cerro de los Ángeles.
17 de noviembre. Según documentos propios, la Defensa de Madrid ya cuenta con más de 40.000 combatientes, de los que unos 11.000 están desplegados en torno a la Ciudad Universitaria para intentar expulsar, o para impedir que avancen, según el momento de la lucha, los 3.000 efectivos subordinados a García Escámez que están dentro de la cabeza de puente. Estos, a pesar de la clara inferioridad numérica, mantienen una actitud ofensiva apoyada en posiciones bien consolidadas, en un alto nivel de moral y en el eficaz apoyo aéreo y artillero que reciben desde fuera. El primer ataque del día a cargo de estas fuerzas se vio entorpecido por el que recibieron de la aviación republicana, al parecer muy efectivo pero no paralizante, ya que apenas se consiguió reponer, la columna de Asensio atacó y ocupó los edificios de Santa Cristina y luego, aunque solo parcialmente, el Hospital Clínico, donde tuvieron que luchar por cada planta y por cada habitación contra sus defensores. Por su parte, las fuerzas de Delgado Serrano combatiendo cuerpo a cuerpo y con bajas elevadas consiguen ocupar la Fundación del Amo, la Residencia de Estudiantes y el Instituto de Higiene. La columna Barrón, que formaba el segundo escalón de este ataque, permaneció inicialmente en la Casa de Campo y llegado el momento convenido también cruzó el río para avanzar sobre la manzana de casas determinada por los Paseos de Moret y Rosales, pero solo consiguió hacer leves progresos dentro del Parque del Oeste. En este día sin duda se vivieron los momentos más críticos para los defensores de toda la batalla. Fue entonces cuando Miaja y Rojo se presentaron en el peligrosísimo sector de Moncloa para conocer de primera mano la situación y para transmitir confianza en la victoria a los combatientes, sobre todo después de que ciertas unidades hubieran tenido un mal comportamiento retrocediendo ante el enemigo, lo que parece estar detrás del éxito local que este había podido conseguir. Ese día, Pozas transfiere a Miaja también la 2ª brigada mixta. Cuando finalizaron las principales acciones, el frente de combate en la zona más peligrosa del entrante franquista (su flanco derecho) quedó sobre una línea intermedia entre la actual avenida de Séneca y el Paseo de Moret, continuando por la avenida de los Reyes Católicos, con la Plaza de Moncloa apenas a retaguardia y en una posición central. Entre las bajas más sentidas de ese día por los republicanos, estuvo la del comandante Arellano, jefe de la 4ª brigada, defensor del Puente Nuevo y jefe de sector. Será reemplazado por el comandante Romero. Del lado de Varela, el teniente coronel Delgado Serrano, jefe de columna, resultará herido, asumiendo su puesto primero el comandante Ríos Capapé y luego el teniente coronel Losas. El día 17, según un documento del campo franquista*, y que por tanto puede contener errores (por ejemplo, no figura la XI brigada internacional y podría existir un error al identificar a la columna López Tienda), estas serían las unidades que formaban el dispositivo defensivo republicano, que ese día ya sumaba 40.200 combatientes: Columna Barceló: Majadahonda, 4.883 hombres. 3ª brigada mixta Galán: Pozuelo, 3.045 hombres. Columna Enciso: Aravaca, 741 hombres. 5ª brigada mixta Sabio: Puente de San Fernando, 1.500 hombres. Columna Palacios CNT: Puerta de Hierro, 1.628 hombres. ¿2ª? Brigada mixta: Dehesa de la Villa, 2.000 hombres. Regimiento de milicias: Ciudad Universitaria, 700 hombres. Columna López Tienda “Libertad”: Parque del Oeste, 2.112 hombres. Columna Durruti: Parque del Oeste, 1.550 hombres. 4ª brigada mixta Romero: Estación del Norte, 2.338 hombres. Galán: Casa de Campo, 1.925 hombres. Columna Gómez Morato: Km. 3 de la carretera de Extremadura, 3.145 hombres. Columna Mena: Carabanchel, 3.725 hombres. Columna Prada: Carabanchel, 3.656 hombres. Columna Bueno: Usera, 1.420 hombres. 1ª brigada mixta Líster: Entrevías y Puente de Vallecas, 1.858 hombres. Columna Álvarez Coque: Paseo de Rosales, 700 hombres. XII brigada internacional: Chamartín, 1.500 hombres. Artillería: 174 hombres.
*AGMAV.arm. 97, leg. 953, carp. 9, doc. 2
18 de noviembre. Con el fin de reconquistar el entrante franquista en la Ciudad Universitaria, las brigadas 5ª y XI cubren el flanco derecho del dispositivo republicano, la 2ª brigada mixta está en el centro y las fuerzas de Durruti inmediatamente a su izquierda, parcialmente dentro y en torno al Hospital Clínico, un gran edificio que por estar casi dentro de la ciudad, se convierte inmediatamente en una posición vital para ambos contendientes. Tampoco este día las fuerzas de Miaja conseguirán adelantar sus líneas ni reocupar el Clínico, donde horas de encarnizados combates incrementan la matanza mutua sin que hubiera cambios tácticos relevantes. Ante esta estabilización, el combate cuerpo a cuerpo irá cediendo el protagonismo a los ataques con dinamita, que más adelante conducirá a una laboriosa guerra de minas con impresionantes voladuras. A esta altura de la batalla, algunas columnas republicanas se encuentran muy bajas de moral, lo que motiva cambios en su mando y relevos hacia posiciones menos expuestas.
19 de noviembre. Para el mando franquista se hace urgente mejorar la situación táctica que existe dentro de la estrecha cabeza de puente que sus fuerzas ocupan desde hace cuatro días. En particular, les resulta imprescindible alejar la observación y el fuego republicano de la “pasarela de la muerte” que salvando el Manzanares, permite que las tropas y los abastecimientos lleguen desde la Casa de Campo hasta la primera línea. Con este fin, García Escámez ordena atacar hacia la izquierda (Oeste), en dirección contraria a la ciudad, entre las carreteras de La Coruña y la que va de Moncloa a Puerta de Hierro, pero esta acción no puede llevarse a cabo ese mismo día. Mientras, en el Clínico se produce un nuevo ataque general a cargo de las fuerzas de Durruti que se salda con un nuevo fracaso, resultando además este jefe herido muy gravemente, al parecer por un disparo accidental de su propia arma (aunque a este respecto, existen diversas teorías). El enorme desgaste que les provocan los combates en el Clínico, unido a la posibilidad de perder a su carismático líder, hace que decaiga claramente el estado de ánimo de los combatientes que integran las unidades anarquistas catalanas.
20 de noviembre. Los objetivos marcados para la columna de Asensio por las órdenes del día anterior en el flanco izquierdo de la Ciudad Universitaria son alcanzados, en parte gracias a que su ataque se produjo mientras la XII brigada internacional estaba relevando a la XI, lo que generaba una situación de debilidad pasajera que fue aprovechada para arrebatarles la zona que actualmente ocupa el Palacio de la Moncloa. Nuevo asalto republicano al Clínico, esta vez con fuerzas ampliadas, pero con idénticos resultados. Muertos o heridos los jefes de las unidades atacantes, sus subordinados permiten que se abandone completamente el edificio, sin tener orden de hacerlo. Ese día muere Durruti en el hospital donde intentaba reponerse de su herida de bala, tras lo que sus fuerzas son retiradas de la primera línea por orden de Miaja. En su lugar, el Clínico queda rodeado por unidades del 5º Regimiento. También cerca del límite de su resistencia, el último ataque serio que emprenden las fuerzas franquistas presentes en la “península” a la izquierda del Manzanares se dirige contra los primeros edificios que tienen a la vista de su flanco derecho: la Cárcel Modelo, el Cuartel de Infantería del Infante Don Juan y la manzana de edificios determinada por los Paseos de Moret y Rosales. Esta vez su asalto fracasa frontalmente, a pesar de la larga e intensa preparación aérea y artillera que asoló previamente la línea republicana que discurría 200 metros por delante (y paralela) del Paseo de Moret. Ambas infanterías están agotadas.
21 de noviembre. Miaja hace también su último intento contraofensivo, pero en lugar de atacar la Ciudad Universitaria, elige hacerlo sobre Casa de Campo, señalando el Cerro Garabitas como el objetivo a recuperar. Tampoco sus fuerzas conseguirán resultados positivos, porque se ha alcanzado una situación de tablas que conduce inevitablemente a la estabilización del frente, existiendo si acaso algún ataque de carácter meramente local. Seguramente en ese momento ninguno de los contendientes asume poner final definitivamente a sus opciones ofensivas, pero mientras tanto, la pala y el pico reemplazan al fusil y la ametralladora como armas principales, en espera de ver qué hace el enemigo.
Tras 17 jornadas de lucha feroz, el empuje de las tropas sublevadas había quedado detenido y quebrado frente al rompeolas que fue el Madrid del “¡no pasarán!”, el que surgió a partir de la noche del 6 de noviembre. El amparo físico y sicológico que ofrecían los muros de una gran ciudad, la acertada política de guerra del PCE, la existencia de una fuerza formada por milicias, unidades regulares y brigadas internacionales en vías de convertirse en un ejército, las armas soviéticas y la determinación de unos mandos capacitados y de un pueblo que supo afrontar el peligro de ocupación acudiendo a las armas y a los refugios en vez de escapar o desmoralizarse, fueron los principales factores que permitieron que esta victoria republicana fuera posible. El día 23 de noviembre, Franco y sus generales se reunieron en Leganés para suspender el ataque frontal a Madrid. La guerra civil en curso entraba en una etapa nueva y diferente. (Tomado de Bande, Reverte y Cordón, obs. cit.)
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Operaciones al Oeste inmediato de la ciudad de Madrid(12/36 – 1/37).
Finalizando el mes de noviembre, en el campo republicano, el Teatro de Operaciones del Centro (TOCE) mandado por Pozas, tenía su EM situado en Alcalá de Henares y contaba con unas fuerzas que alcanzaban los 36.000 hombres, en general con poca experiencia de combate. Dentro de este amplio sector central, se mantenía una pequeña zona diferenciada que abarcaba la línea del frente que discurría ante Madrid y sobre sus flancos: El Oeste, que llegaba hasta la zona de los ríos Guadarrama - Perales y el Este, que se extendía hasta la unión de los ríos Jarama y Manzanares. Este intervalo, de unos 40 kilómetros de ancho, permanecía bajo las órdenes de Miaja, con su puesto de mando en los sótanos del Ministerio de Hacienda y unos efectivos que alcanzaban entonces los 40.000 hombres, ya veteranos en su mayoría. La artillería de Pozas contaba con 146 piezas y la de Miaja con 160. La experiencia recién vivida, permitió que en Madrid la evolución de las fuerzas políticas, mandos y combatientes respecto a la necesidad de militarización avanzara de una manera más rápida y segura que en cualquier otra parte de la zona republicana. Prueba de ello es que a mediados de diciembre, un comunicado conjunto de la Comandancia de Milicias y de la Junta de Defensa resaltaba que era imprescindible crear un Ejército regular, con mando único y disciplinado, como única forma de alcanzar una mayor eficacia en la lucha. Ya se admitía, y hasta se exigía, que debía militarizarse a las unidades milicianas, convirtiéndolas en batallones y brigadas carentes de identidad partidista. La diferencia con el pensamiento que existía tan solo tres meses antes resulta abismal. Dando un paso más en ese sentido, Rojo propone, y Miaja acepta, que los jefes de todas las unidades que han estado involucradas en la defensa de la capital queden en dependencia solo del mando de la misma*. Simultáneamente, el frente de la ciudad, que se está fortificando a marchas forzadas aprovechando lo que puede ser solo una tregua en los combates, queda organizado en estos sectores: 1º sector o ala derecha: Mando, Kléber. Fuerzas, columna Barceló, brigadas 3ª, 5ª y “X”, XI y XII brigadas internacionales. Frente, desde Valdemorillo hasta la Facultad de Medicina, en la Ciudad Universitaria. 2º sector o centro derecha: Mando, Álvarez Coque. Fuerzas, brigadas 2ª, 4ª e “Y” y un batallón de Asalto como reserva. Frente, desde Medicina hasta la Puerta del Ángel, en Casa de Campo. 3º sector o centro izquierda: Mando, Mena. Fuerzas, columnas Arce, Prada y Bueno. Frente, desde Puerta del Ángel a Villaverde. 4º sector o ala izquierda: Mando, Líster. Fuerza, 1ª brigada. Frente, de Villaverde a La Marañosa. La artillería, que también estaba organizada en 4 sectores, contaba con 84 piezas.
*Detrás de esta medida podría estar la intención de retener las brigadas que Pozas había cedido a la Defensa de Madrid.
Enfrente, del lado franquista, desde Sigüenza hasta el río Guadarrama, cubriendo el amplio arco de sierras, al menos desde noviembre se encontraba desplegada la división de Soria, que enlazaba por su derecha con el sector Norte de la 7ª división. Los efectivos de infantería de estas dos fuerzas alcanzaban los 38.000 hombres, mientras que su artillería contaba con 100 piezas. A partir del río Perales, a su paso por Quijorna, la 7ª división entraba en su sector Sur, que se extendía por todo el frente de Madrid y estaba mandado por Varela. Sus efectivos eran de 15.000 hombres organizados en 9 columnas y una fuerza de reserva. La artillería tenía otras 100 piezas, parte de las cuales, igual que otras armas, habían llegado de Alemania e Italia y ya habían tomado parte en la batalla de Madrid.
En el invierno del 36 – 37, en la lucha en torno a Madrid, ambos contendientes harán todo lo posible por tomar y retener la iniciativa. Nadie acepta mantenerse en una defensiva estricta. En línea con esto, el día 29 de noviembre las fuerzas de la izquierda del despliegue franquista atacan partiendo desde el Ventorro del Cano, Retamares y Casa de Campo y consiguen adelantar sus líneas, pero no entrar en Pozuelo y Húmera, que eran sus objetivos de máximos. La réplica republicana sucede el día 1 de diciembre sobre Casa de Campo, sin resultados. El refuerzo de los dos ejércitos continúa, y en el caso del franquista esto permitirá que el 5 de diciembre se produzca una importante reorganización. Ampliando las fuerzas que aportan las divisiones 7ª y de Soria, se crea el Cuerpo de Ejército de Madrid, que estará formado por las divisiones de Ávila, de Soria, Reforzada de Operaciones sobre Madrid y Cuenca del Tajo y por una brigada independiente. El jefe de este flamante cuerpo de ejército será el general Saliquet, con cuartel general en Valladolid y puesto de mando en Ávila. Por su parte, la División Reforzada de Madrid tendrá su cuartel general en Navalcarnero y por jefe, al general Orgaz. Una semana después de su creación, esta división se organizará en torno a cuatro Sectores de Defensa y una Fuerza de Maniobra, quedando esta última al mando de Varela y constituida por cuatro columnas, a las que no se asignaron fuerzas fijas. La pretensión de ocupar Madrid no se había abandonado en absoluto, pero ahora los planes de Franco no pasaban por la repetición del asalto frontal, sino por una maniobra de flanqueo que explotara cualquier debilidad puntual y pasajera que mostrara la defensa republicana, para lo cual necesitaba que el ataque tuviera la máxima fluidez operativa posible. Consumido el primer tercio del mes de diciembre, las fuerzas franquistas y su alto mando volvían a estar en condiciones de reemprender la campaña de Madrid. En los siguientes meses el foco principal de la guerra en curso seguiría centrado en la capital, si bien el área sobre la que se desarrollarían las operaciones se iba a ampliar mucho, ya que Franco sabía que necesitaba volver a operar en campo abierto para conseguir derrotar a los republicanos. Era entonces una incógnita si la maduración militar que estos habían alcanzado con una gran ciudad a sus espaldas se mantendría también careciendo de ella. La prueba para los combatientes y los mandos del ejército popular en ciernes sería muy exigente, y se concretaría en las inmediatas batallas de la carretera de La Coruña, del Jarama y de Guadalajara.
La primera operación por el dominio del flanco Oeste de Madrid ya había tenido su episodio inicial en el ataque del 29 de noviembre antes mencionado. Si aquel tuvo un objetivo limitado - la ocupación de los pueblos de Pozuelo y Húmera - el siguiente intento, emprendido el 14 de diciembre también por el flanco izquierdo del ataque, buscaba una meta más alta: materializar el corte de la carretera de la Coruña. En esta ocasión, Varela lanzó al ataque a sus fuerzas distribuidas en tres columnas: Monasterio, Barrón y Sáenz de Buruaga, flanqueadas a derecha e izquierda respectivamente por la de Siro Alonso y por la división de Ávila. La masa de ataque la formaban unos 10.000 hombres, que contaban con apoyo artillero, aéreo y de tanques Panzer I. Partiendo de la línea determinada por Quijorna, Brunete y Villaviciosa de Odón, estas fuerzas atacaron el intervalo de frente republicano existente entre Valdemorillo y Las Rozas, a cargo del primer sector de la Defensa de Madrid, mandado por Kléber. En esta acción, en la que la niebla estuvo muy presente dificultando la maniobra, Boadilla del Monte se convirtió en el principal objetivo, siendo finalmente perdida por los republicanos a pesar de la férrea defensa que plantearon tanto alrededor como dentro del pueblo. Varela se vio forzado a comprometer en ese punto buena parte de sus recursos, viéndose privado de poder hacerlo en otros. También Villanueva de la Cañada cambió de manos, pero la ofensiva quedó detenida el 23 de diciembre sin haber podido cumplir el principal objetivo planteado.
Estos combates que siguieron al final del asalto frontal a Madrid no impidieron que continuara avanzando el proceso de militarización de las fuerzas republicanas. Prueba de esto es que el último día de 1936 quedaron constituidas, dentro del Ejército del Centro, las Fuerzas de la Sierra (divisiones 1ª, 2ª y 3ª), el Cuerpo de Ejército de Madrid (divisiones 4ª, 5ª, 6ª, 7ª y 8ª), el Grupo de Fuerzas del Tajo – Jarama (9ª división) y el Grupo de Fuerzas de Guadalajara (12ª división). Ya existían las 10 primeras divisiones del Ejército Popular Republicano*. Dentro de esta nueva organización, las Fuerzas de la Defensa de Madrid se convirtieron en el citado Cuerpo de Ejército de Madrid, continuando Miaja como jefe y Rojo como jefe de su EM. Todas sus unidades quedaron organizadas en divisiones y brigadas, y el intervalo de frente ya conocido, el que iba desde aproximadamente el río Perales hasta la unión Jarama – Manzanares pasó de tener 4 a tener 5 sectores, cada uno guarnecido por una división recién formada: 1º sector: Desde Valdemorillo hasta la tapia del monte de El Pardo, a cargo de la 8ª división (Cuevas), brigadas 35, 37 y 44. 2º sector: Desde la tapia del monte de El Pardo hasta el río Manzanares, a cargo de la 5ª división (Perea), brigadas 5ª, 38 y 39. 3º sector: Ciudad Universitaria, entre los puentes de San Fernando y de Los Franceses, a cargo de la 7ª división (Prada), brigadas 2ª, 6ª y 40. 4º sector: Todo el Manzanares a partir del Puente de Los Franceses, a cargo de la 6ª división (Mena), brigadas 4ª, 42 y 43. 5º sector: ¿Hasta Villaverde Bajo o hasta el Jarama?, a cargo de la 4ª división (Modesto), brigadas 1ª, 36 y 41. En reserva quedaban siete brigadas (algunas todavía en formación), dos de las cuales eran las internacionales XI y XII. El Cuerpo de Ejército de Madrid tenía casi 46.000 hombres.
* Seguramente las divisiones 10ª y 11ª se crearon antes que la 12ª, pero posiblemente aquellas estuvieron formadas por brigadas en reserva o inicialmente no tuvieron un sector definitivo de frente a su cargo, lo que dejaba pendiente su dependencia a una u otra gran unidad. De la 12ª se dice que se constituyó en febrero del 37, pero posiblemente sus fuerzas ya estaban en línea el 31/12/36 como batallones sueltos.
La pretensión del mando franquista de cortar la carretera de La Coruña se mantenía intacta, motivando su tercer ataque por el flanco Oeste de Madrid. Con Varela herido, será su superior Orgaz quien asuma el mando de la División Reforzada de Madrid, que contará esta vez no con tres, sino con cuatro columnas: Sáenz de Buruaga, Asensio, Barrón e Iruretagoyena. Son 20.000 hombres apoyados por medios reforzados de artillería, tanques y aviación. El plan es avanzar primero de Sur a Norte y, una vez alcanzada la carretera de La Coruña en Majadahonda y Las Rozas, girar bruscamente a la derecha (Este) y avanzar hacia Madrid hasta alcanzar Casa de Campo y el Manzanares, en la base del entrante propio en la Ciudad Universitaria. Este ataque, que se inició el 3 de enero de 1937, se dirigió por tanto contra los sectores de las recién creadas divisiones 8ª y 5ª, que todavía no se habían establecido completamente en sus líneas, ya que algunas de sus brigadas estaban todavía organizándose en retaguardia. La primera fase de la operación se cumplió inexorablemente, pues del día 4 ya habían cambiado de manos Majadahonda y Villanueva del Pardillo, con la carretera de La Coruña casi cortada a la altura de Las Rozas (kilómetro 18). Este mismo día Cuevas recibe el mando sobre toda la zona atacada, que tiene unas fuerzas defensoras muy castigadas y que han perdido sus posiciones. El panorama es muy grave para los republicanos, que se ven obligados a rehacer sus líneas y a mover otra vez hacia Madrid cuantas fuerzas prescindibles se encuentren en otros frentes, en otros sectores de la Defensa de Madrid, en reserva o en los centros de reclutamiento e instrucción. Cumpliendo con el plan de girar y desplazar hacia la derecha el esfuerzo principal, el día 6 las columnas de Orgaz alcanzan el kilómetro 13 de la carretera de La Coruña, el 7 toman Pozuelo y el 8 Aravaca. Su acercamiento al Puente de San Fernando genera un peligro real sobre Madrid, pero para ese momento la ofensiva ya está casi agotada a causa de la tenaz resistencia que han hecho los republicanos durante los últimos días. Estos han pasando por momentos en que sus líneas corrieron peligro de romperse, pero se han sobrepuesto y han sido capaces de mantener la continuidad del frente también sin el amparo de la ciudad. El último esfuerzo franquista consigue ocupar la Cuesta de las Perdices y el cerro del Águila en medio de fuertes combates, pero tras estos últimos triunfos, queda frenado todo nuevo avance. El contraataque republicano de los días 11 y 12 no dará ningún resultado destacable, quedando el frente final sobre la línea: Puente de los Franceses – carretera de La Coruña – Las Rozas – Villanueva del Pardillo.
Madrid se había vuelto a salvar de la ocupación franquista y el Ejército republicano había cubierto una nueva etapa de su consolidación y aprendizaje. El coste en vidas, material de guerra y territorio había sido una vez más, altísimo, pero para la inmensa mayoría de los supervivientes resultaba claramente inferior al valor de la experiencia adquirida y el fortalecimiento de la decisión de seguir resistiendo. Además, existía el convencimiento de que el proceso de militarización puesto en marcha en el campo popular debía permitir, en algún momento futuro, ganar la guerra.
Con el final de la serie de operaciones sobre la carretera de La Coruña termina la fase de combates orientados a entrar propiamente en la capital, pero por supuesto, al Ejército del Centro republicano y a la propia guerra civil en curso les quedaba mucho recorrido. Exactamente 27 meses más, y de momento, Madrid seguiría siendo el objetivo predilecto de Franco y sus generales, aunque en adelante, se verían obligados a cambiar de táctica. Ya no volverá a haber más ataques directos ni avances cercanos que tomaran el rumbo de la ciudad, sino que se tendrá que recurrir a amplias maniobras destinadas a cortar las carreteras que unen Madrid con Levante para intentar hacer caer la capital republicana y el frente de la sierra por medio del aislamiento. (Tomado de Bande, Monografía nº 2. La lucha en torno a Madrid. También de Reverte y Cordón, ob. cit.)
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Batalla del Jarama (6 al 27 de febrero de 1937).
Al terminar enero, el Cuerpo de Ejército de Madrid, creado el 1º de ese mismo mes y mandado por Miaja, había adoptado esta organización: 10ª división, al mando de Galán, brigadas 3ª y 35. 8ª división, al mando de Cuevas, brigadas 37, 44 y 69. 5º división, al mando de Perea, brigadas 21, 38 y 39. 7ª división, al mando de Prada, brigadas 2ª, 40 y 68. 6ª división, al mando de Mena, brigadas 4ª, 42 y 43. 11ª división, al mando de Líster, brigadas 1ª y 1ª bis. Había también otras unidades menores, más las restantes armas y servicios. Enfrente, en esa misma fecha, la División Reforzada de Madrid, mandada por Orgaz, tenía casi 58.000 efectivos y mantenía su conocida organización en torno a 4 Sectores de Defensa (con 36.000 hombres) y unas Fuerzas de Maniobra (con 18.000 hombres) que, al mando de Varela, estaban distribuidos en 5 brigadas: Rada, Sáenz de Buruaga, Barrón, Asensio y García Escámez que alcanzaban en conjunto los 28 batallones. La reserva eran 4.000 hombres. Contaba además con 3 regimientos de caballería, 28 baterías, carros, artillería antitanque, zapadores y pontoneros.
Desde mediados de enero, apenas terminaron las operaciones en el Oeste de Madrid, buscando no perder la iniciativa, tanto Mola como Pozas valoran que su esfuerzo bélico principal debía trasladarse hacia el otro flanco de la capital, el Este, donde no existía la saturación de fuerzas y fortificaciones que ya caracterizaban el espacio donde acababan de combatir. No solamente coincidían en esto; también habían elegido la misma zona para iniciar la concentración de unidades que les permitiera atacar el frente contrario. Nuevamente, será el Ejército franquista el que se adelante e inicie el combate. Este durará 20 días y se conocerá como batalla del Jarama.
El intervalo del frente republicano atacado fue el determinado por las confluencias Manzanares – Jarama (zona de Vaciamadrid) y Jarama – Tajuña (zona de Titulcia). La línea inicial franquista era entonces la carretera de Andalucía, de modo que sus fuerzas se concentraron en torno a Pinto y Valdemoro antes de iniciar el avance, el cual tuvo de retrasarse varios días por causa del mal tiempo. La línea republicana que tenían delante estaba entonces débilmente guarnecida, pero compensando esta desventaja, tenía en su entorno próximo muchas unidades en situación de acudir rápidamente. La orden dada por Franco consideraba Vaciamadrid* como límite Norte o izquierdo del ataque y mandaba atravesar el río Jarama, para alcanzar y cortar la carretera de Valencia. A continuación habría que avanzar entre los ríos Henares y Tajuña hasta llegar a la altura de Alcalá de Henares. Todo debía hacerse sin entablar combates de desgaste y con la máxima rapidez posible (lo cual indica que se estaba cuidando la lógica economía de fuerzas ante un avance de tanta profundidad, pero también que se temía que la capacidad de resistencia republicana fuera capaz de detener la ambiciosa maniobra, incluso en campo abierto).
* Un punto del frente que todavía estaba dentro de los sectores de Miaja y que a la vez era la zona de soldadura de sus fuerzas con las fuerzas de Pozas.
Una vez que el día 6 se inicia el ataque de las fuerzas al mando de Orgaz, con Varela como inmediato subordinado, estas consiguen avances significativos sobre la orilla derecha del Jarama, que incluyen el poblado y la fábrica de La Marañosa y el pueblo de Ciempozuelos, cada uno en un extremo del sector atacado. De inmediato, los republicanos mandan los primeros refuerzos, poniendo una especial atención al último tramo del Manzanares (zona de Vaciamadrid), un punto crítico por estar muy próximo a la carretera de Valencia y porque su posesión permitiría al enemigo tanto avanzar hacia Vallecas para rodear Madrid, como dirigirse hacia Morata de Tajuña y Arganda para hacer una maniobra más amplia. El día siguiente, entendiendo la gravedad de la situación, Pozas ordena crear la Agrupación de Arganda, al mando de Mena, que debe mantener las posiciones y defender los puentes a toda costa para que el enemigo no pueda cruzar el río. Los días 8 y 9 se lucha duramente por el vértice Coberteras (zona Norte), quedando ya la carretera de Valencia en ese punto bajo el fuego de las unidades franquistas. La noche del 10 al 11, mediante un golpe de mano, una unidad de Tiradores de Ifni acaba con el destacamento de la XII brigada internacional que guardaba el puente ferroviario de Pindoque, que cruza el Jarama en la zona central del ataque. Desde primera hora de la mañana del 11 las fuerzas atacantes empiezan a cruzar el río por este puente, que ha sufrido desperfectos pero sirve. Tienen que hacerlo bajo el fuego artillero y aéreo republicano y oponiéndose a la resistencia que encuentran en la otra orilla, todo lo cual no les impide crear en la izquierda del río (la margen de alturas dominantes) la imprescindible cabeza de puente que les debe permitir proseguir su avance. Esa misma mañana, las fuerzas de la derecha del ataque ocupan el pueblo de San Martín de la Vega, casi desierto, y horas más tarde, el puente cercano. Las tropas de Orgaz ya tienen dos puntos de paso sobre un río que al menos en invierno, carece de vados. Para los republicanos la situación se vuelve muy peligrosa, pero al mismo tiempo despeja sus dudas acerca de cuáles son las intenciones del enemigo: No habrá ataque hacia Madrid. Las unidades que Pozas hace intervenir en el combate son numerosas, entre ellas se cuentan tres brigadas internacionales: XI, XII y XV, mientras que la XIV llegará tres días después. El 12, en plena expansión, las fuerzas franquistas pasan en masa el Jarama (son tres brigadas completas más la caballería y demás unidades) y se extienden sobre la cabeza de puente, ganando algún terreno hacia Morata y Arganda y ocupando el cerro Pingarrón, una altura dominante entre el Jarama y el Tajuña que tendrá gran importancia en la fase final de la batalla. Avanzan, pero poco, porque los republicanos ya están ahí con nuevas unidades de infantería y tanques que luchan con una tenacidad desconocida hasta entonces. Los carros T-26 hostigan a las avanzadas enemigas apareciendo entre los olivos aprovechando bien los pliegues del terreno y cambiando constantemente de posición para evitar la acción de los eficaces cañones antitanque, mientras que la infantería se parapeta en cualquier accidente o defensa posible y se mantiene haciendo fuego aún cuando resulta rebasada. En la mayoría de unidades ha desaparecido el miedo a verse copada. La dureza de la lucha hace que el balance de bajas por ambos lados sea terrible, siendo las fuerzas franquistas las que al parecer tienen más dificultades para reponerlas, porque se les van agotando rápidamente las reservas y porque las evacuaciones (y el municionamiento) por el puente de Pindoque se deben hacer bajo un fuego artillero casi continuo. La lucha en y desde el aire también se intensifica, teniendo ventaja las alas republicanas por número y calidad del material, a pesar de que ya están plenamente operativas tanto la Legión Cóndor como la aviación Legionaria.
Alarmado por la presión que están soportando sus fuerzas, el día 13 Pozas pide a Miaja que acuda a su cuartel general; busca de él una mayor cooperación, así como resolver los problemas que causa el hecho de que la zona de batalla se encuentre bajo dos comandantes diferentes. El 14 prosigue el empuje de las brigadas de Varela, pero sin progresos apreciables, pues tenían enfrente una infantería sumamente aguerrida, al punto que un fuerte contraataque republicano por el centro consigue arrollar en algunos puntos la línea franquista, dando paso a una lucha dramática que demostró que para los atacantes había llegado el final de toda posibilidad de nuevos avances. Cierto cronista del campo sublevado habla del 14 como el “día triste del Jarama”, y al parecer, Franco llega a cesar a Orgaz en favor de Saliquet, pero luego recula. Los republicanos también estaban sufriendo un desgaste muy serio, pero al parecer, su capacidad para reponer bajas era mayor. Este mismo día, la Agrupación de Arganda (de Mena, subordinado a Pozas), pierde el extremo Norte de su sector en favor de Miaja, quien lo pone bajo órdenes de Modesto, jefe ahora de una Agrupación Reforzada asentada ante Perales del Río, el tramo final del Manzanares y el puente de Arganda. Parecería que se agudiza la duplicidad de mandos en el campo republicano, pero el día 15, el EM del Ministerio de la Guerra dispone una reorganización del Teatro de Operaciones del Centro. Un Primer Ejército, con los sectores de la Sierra, Guadalajara, Sur del Tajo y Extremadura quedará al mando de Pozas, mientras que un Segundo Ejército comprendería la zona de Las Rozas hasta Aranjuez y estaría a las órdenes de Miaja. En consecuencia Miaja, por el prestigio adquirido en la defensa de Madrid y quizás porque también tiene la llave de sus fuerzas, asume en solitario el mando del Jarama. La Agrupación de Arganda cambia de jefe directo (Mena por Burillo), y las fuerzas se reorganizan en tres divisiones: A, B y C; flanqueadas por el Sur por el sector de Aranjuez y por el Norte por la agrupación de Modesto. En este momento las fuerzas unificadas bajo el mismo jefe podían estar superando 2 a 1 a los efectivos franquistas en infantería, una superioridad que sería también clara en tanques, mientras que existiría paridad en caballería y artillería. (Tomado de Bande, Monografía nº 2. La lucha en torno a Madrid).
Los días 15 y 16, a pesar del desequilibrio de fuerzas, la lucha ofrece alternativas para ambas partes, pero no se producen cambios de importancia en las líneas. El 17 da comienzo una contraofensiva republicana que elevará mucho y durante varias jornadas la intensidad de los combates. Las fuerzas de Miaja, crecidas también en moral, buscan arrollar la cabeza de puente, mientras que las tres brigadas franquistas que la sostienen, con un río tacaño en puentes a su espalda, deben conseguir mantenerse en ella a cualquier precio. De Norte a Sur sus brigadas 3ª, 2ª y 4ª cubrían la cabeza de puente, mientras que la 1ª se desplegaba en la zona de Vaciamadrid, frente a Modesto. La lucha, durísima, de las más enconadas de toda la guerra, se centrará entonces fundamentalmente en el centro y el flanco Sur, y más específicamente en cerro Pingarrón. Por él, los republicanos pugnarán hasta el 23, sin poder retenerlo tras haberlo tomado brevemente, a costa de mandar a una muerte segura a la que quizás fue la mejor infantería que tuvo el Ejército Popular. En la batalla del Jarama la República demostró haber construido ya un verdadero ejército, pero no está tan claro que ciertos altos mandos supieran conservarlo y permitirle seguir ganando en tamaño y calidad. Para conseguirlo debían intentar hacerle sufrir el menor número posible de bajas, algo incompatible con los asaltos a pecho descubierto contra posiciones bien fortificadas, y exactamente eso fue el Pingarrón.
Si en el aspecto táctico se puede hablar de tablas en la batalla del Jarama, en el estratégico Franco sufrió otra derrota porque no pudo alcanzar su propósito, pero no porque se resintiera irreversiblemente su capacidad para seguir adelante con la guerra. Además, pronto empezaría a contar con un volumen de apoyo exterior, humano y material, que superará al que recibían los republicanos.
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Batalla de Guadalajara (8 al 22 de marzo de 1937).
Apenas terminó la batalla del Jarama, Largo Caballero ordena una nueva reorganización de las fuerzas del Centro. Ese 27 de febrero se extinguen el TOCE y las Fuerzas de Defensa de Madrid, creándose oficialmente y con ese nombre, el Ejército del Centro. Su jefe será el general Miaja y su jefe de EM el teniente coronel Rojo, pasando su puesto de mando central desde Alcalá de Henares al Ministerio de Hacienda. La nueva estructura, que deberá pasar del papel a la realidad, determina que el I cuerpo de ejército, formado por las divisiones 1ª, 2ª, 3ª y 10ª (situadas por ese orden) defendería el frente de la sierra y estaría al mando del coronel Morriones. El II cuerpo de ejército, con las divisiones 8ª, 5ª, 7ª, 6ª, 4ª y 11 (también situadas por ese orden) defenderían Madrid, teniendo por jefe al coronel Alzugaray. La 9ª división estaría frente a Aranjuez y la 12 en el sector de Guadalajara. Habría también un III cuerpo de ejército o “de Maniobra”, mandado por el teniente coronel Burillo y formado por las fuerzas del Jarama, divisiones A, B y C (que luego respectivamente llevarían los números 13, 15 y 14), más las reservas y las nuevas brigadas en formación. Esta formidable fuerza agrupada en el flamante Ejército del Centro, que incluía además otras unidades de las distintas armas y servicios, ya tenía entonces cerca de 144.000 combatientes. Por sus flancos existían sendas agrupaciones autónomas, de Cuenca y del Tajo - Extremadura.
Ya desde la primera quincena de enero de 1937 el mando franquista tenía estudiada la posibilidad de una doble maniobra que permitiera el envolvimiento de Madrid por el Este. Se contemplaban los avances Jarama – Alcalá de Henares y Sigüenza – Guadalajara como la mejor combinación, pero a pesar de que lo más efectivo hubiera sido llevarlas a cabo simultáneamente, no se contaba con las tropas suficientes para hacerlo, de modo que estos ataques se tuvieron que realizar de manera sucesiva. Tras el primero de ellos, la batalla del Jarama, Mola seguía siendo el jefe del Ejército del Norte y Saliquet jefe del cuerpo de ejército de Madrid, formado por la división de Soria (Moscardó), la división de Ávila (Serrador) y la división Reforzada de Madrid (Orgaz – Varela). Terminada la batalla del Jarama, Franco y estos jefes habían estado intercambiando impresiones acerca de cómo se podía realizar el ataque a Guadalajara con las escasas unidades disponibles, sin encontrar una opción del todo satisfactoria. Esos problemas se redujeron drásticamente cuando surgió la posibilidad de incorporar a esta operación a las fuerzas italianas, desembarcadas poco antes en la zona sublevada y que acababan de participar en la toma de Málaga. Se trataba del CTV, una gran unidad formada por cuatro divisiones de efectivos reducidos (unos 7.000 hombres cada una) pero muy bien dotadas de armamento, transportes y servicios. Su envío a España lo había propuesto Mussolini el 6 de diciembre de 1936 y había sido aceptado por Franco. Tres de estas divisiones eran de “Camisas Negras”, militantes fascistas sin mayor formación militar, por lo que resultaban de dudosa fiabilidad, mientras que otra, la “Littorio”, era una unidad regular del Ejército italiano, oficialmente integrada por voluntarios. Aparte de la infantería (más de 31.000 hombres encuadrados en 40 batallones), el CTV tenía sus propios carros de combate (6 compañías), artillería (85 baterías) y aviación. El mando superior lo ejercía el general Roatta. La implicación del CTV en la nueva ofensiva que se estaba planeando, ahora sí, permitía aspirar a cortar las comunicaciones de Madrid con Levante. Además, la nueva amenaza que se le crearía a Miaja desde la dirección de Guadalajara permitiría evitar que este pudiera volver a atacar a las debilitadas fuerzas franquistas que ocupaban la cabeza de puente del Jarama tras la batalla de febrero, en la que habían sufrido en torno a 6.000 bajas. El día 15 de ese mes se decide llevar a cabo la operación sobre Guadalajara, aceptándose que el CTV se subordine a Franco, pero no a Mola, quien sí mandará sobre la II brigada de la división de Soria, la unidad que cubriría el flanco derecho del ataque italiano.
Cuando se desencadene la nueva ofensiva, el golpe inicial caerá sobre la 12 división republicana, mandada por el coronel Lacalle y formada por las brigadas mixtas 47, 49, 50, 71 y 72. Eran un total de 10.739 hombres apoyados por 13 piezas de artillería. Su fuerza era débil y estaba mal organizada, a lo que hay que sumar que defendían un sector extenso y muy pobremente fortificado. El plan italiano, aprobado por Franco, contemplaba atacar entre los ríos Tajuña y Henares y utilizar la carretera a Zaragoza como eje de progresión, de la cual se poseía desde el kilómetro 112, donde está el pueblo de Algora, que el 31 de diciembre de 1936 había sido atacado por los republicanos y brevemente ocupado. Se preveía llegar a Guadalajara y más allá, no descartándose el poder enlazar con las fuerzas propias del Jarama en la zona de Pozuelo del Rey, cerca de Arganda. El CTV tendría sendas puntas de lanza que partirían desde Algora y Navalpotro, mientras que por su derecha atacarían fuerzas españolas pertenecientes a la II brigada de la división de Soria, muy reforzadas, al mando del coronel Marzo. Esta brigada debería progresar por un terreno mucho más quebrado, mejor defendido y sin los numerosos medios mecanizados que tenían los italianos. Por su parte, cuando se les ordenara, las fuerzas franquistas detenidas en la cabeza de puente del Jarama, a pesar de su debilidad, debían hacer lo posible por avanzar entre los mismos ríos (Tajuña y Henares) de SO a NE. Si el plan de máximos tenía éxito, los ataques convergentes se encontrarían y Madrid y la sierra quedarían aisladas del resto de la zona republicana, siendo su rendición entonces solo cuestión de tiempo. El CTV atacaría disponiendo de sus cuatro divisiones, de todo su poder de fuego y de sus magníficos medios de transporte. Lo que Mussolini pedía para si era la posibilidad de mostrar al mundo las cualidades de la “guerra celere”, versión fascista italiana de la “blitzkrieg” o guerra relámpago alemana, una doctrina militar que con distinta fortuna se estaba estudiando y adoptando en varios ejércitos europeos, entre los que tenía una clara ventaja el de la Alemania nazi. Las aviaciones Legionaria y franquista utilizarían el aeródromo de Soria para los bombarderos y el de Almazán para los cazas. La República tenía aquí una clara ventaja, pues los campos de Barajas y Alcalá de Henares eran mejores y de cota más baja (factor muy importante de cara a las inclemencias del clima). Además, existían otros muy cercanos al futuro campo de batalla.
Según el plan de maniobra que regiría el ataque, el cuarto día de operaciones, el CTV tendría que ocupar y rebasar la ciudad de Guadalajara, mientras que la II brigada de Marzo debía alcanzar la línea determinada por Puebla de Beleña – Humanes. En ese momento, atacarían también desde sus sectores respectivos las restantes brigadas de la división de Soria (I y III) y las fuerzas de la división de Ávila. Desde el mismo inicio del ataque, también las fuerzas del Jarama se activarían, siendo su primer objetivo el corte de la carretera de Valencia. Llegado el 8 de marzo, el mal clima invitaba a retrasar la operación, pero Roatta ordenó iniciarla. El ataque, que no era esperado por los republicanos, no encontró dificultades serias, pero aun así, profundizó menos de lo esperado. De la línea Argecilla – Hontanares – Cogollor – Masegoso, la prevista para ese primer día en la zona del ataque principal, los fascistas solo consiguieron ocupar Hontanares. Tuvo mucho que ver con ello el que frente a Almadrones, en el kilómetro 105 de la carretera de Zaragoza, las fuerzas de la 12 división opusieran una inesperada resistencia. Por su parte, el mando republicano, nada más conocer los hechos, reacciona con rapidez y envía a la aviación y los primeros refuerzos de infantería, sacándolos del Jarama, a la par que cursa órdenes a las distintas guarniciones para dificultar al máximo la probable progresión del enemigo hacia Guadalajara y Madrid. Para el día 9, el CTV se plantea arrollar la resistencia del kilómetro 105 y ocupar íntegramente la línea prevista para el 8, tras lo que debía caer Brihuega. Alcanzarán el primer objetivo y, ocupado Almadrones, rápidamente caerán también en sus manos Cogollor y Masegoso, lo que les permitirá llegar hasta el kilómetro 83,5 de la carretera de Zaragoza, a tan solo 5 kilómetros de Trijueque. Horas después, mediante una marcha nocturna la vanguardia fascista rodeará Brihuega. Están entonces a 30 kilómetros del punto de partida. Es un avance significativo, pero también se está agotando por momentos la ventaja que otorga la sorpresa. Ese mismo día llegan varias unidades republicanas, así como la brigada de tanques, cuyo comandante, igual que en el Jarama, es el soviético Paulov. La misión fundamental y urgente que se da a estas fuerzas recién llegadas es la de cerrar toda posibilidad de avance enemigo por las carreteras de Zaragoza y su paralela de Brihuega a Armuña. Lacalle, jefe de la 12 división recibe la orden y las unidades necesarias para formar tres agrupaciones, que pondrá a las órdenes de Hans (jefe de la XI brigada internacional), Lukácz (jefe de la XII brigada internacional) y El Campesino, que en este caso está al frente de tres batallones. El día 10 el mando del CTV se deja llevar por el triunfalismo ante la profundidad del avance logrado y la escasa resistencia encontrada hasta entonces, prueba de esto es que acaricia la idea de extender de alguna forma el alcance de su maniobra hasta el Tajo, unos 25 kilómetros más al Este del Tajuña, donde inexplicablemente, declara querer explorar Durón. Este sueño le durará poco. La unidad que está desde la noche en torno a Brihuega toma este pueblo sin encontrar resistencia, pero sí se tropieza con ella cuando pretende moverse hacia la carretera de Zaragoza. Sobre esta, también las vanguardias italianas son atacadas por tanques e infantería. Las brigadas internacionales XI y XII ya están desplegadas entre el kilómetro 83,5 y Brihuega, una zona de bosque de encinas que permite la ocultación de unidades enteras y dentro de la cual cualquier avance resulta difícil. En contraste con las sensaciones que tenían solo unas cuantas horas antes, este día los italianos solo consiguen avanzar tres kilómetros sobre la franja determinada por la carretera y el Tajuña (de unos 10 kilómetros de ancho). Mientras, sigue empeorando el tiempo, continúan llegando fuerzas de El Campesino y se reagrupa la castigada 12 división. Ese día los republicanos detectan que están combatiendo contra unidades fascistas y regulares italianas, lo que les permitirá poner en marcha una muy eficaz campaña de propaganda, orientada tanto a su zona como a los gobiernos y pueblos extranjeros. Por el área de avance de la brigada de Marzo, los franquistas también logran avances de importancia. Ese día, entre otros pueblos, ocupan Jadraque. El día 11 el CTV conquista Trijueque a costa de fuertes combates, pero no podrá ir más allá. Los italianos cuentan con dos puntas de lanza situadas en Trijueque y Brihuega, pero ni controlan el espacio intermedio (unos 8 kilómetros) ni son capaces de seguir avanzando. Ya tienen a un enemigo bien organizado enfrente y por otra parte, están quedando de manifiesto las graves deficiencias que tienen estas fuerzas italianas. La división Littorio, como ya se apuntó, era una unidad militar, pero las restantes divisiones (1ª, 2ª y 3ª) son de milicias fascistas, inferiores por tanto en el combate. En medio de un clima pésimo, la artillería Legionaria tira mal y su aviación apenas puede volar, mientras que sí lo hace la republicana. Mientras, por su sector la brigada del coronel Marzo sí realiza nuevos avances en dirección Oeste, arrebatando a los republicanos varios pueblos, entre los que destaca Cogolludo. Este día los republicanos siguen mejorando la organización y la fortaleza de su frente. En este sentido, el teniente coronel Jurado (que mandaba hasta entonces la 1ª división del I cuerpo de ejército), llega a la zona para tomar el mando del IV cuerpo de ejército, que se crea ese mismo día con estas fuerzas: 12 división, situada a la izquierda, frente a la brigada de Marzo, mandada primero por el coronel Lacalle y dos días más tarde por Nino Nanetti. Sus fuerzas eran las brigadas 49, 50, 61, dos batallones de la 48 y 4 batallones adicionales. 11 división, ocupando la parte central del frente, que abarcaba la carretera a Zaragoza y el bosque de Brihuega. El mando era de Líster y sus brigadas la 9, XI y una agrupación al mando del Campesino. 14 división, situada a la derecha, frente a Brihuega y sobre la orilla izquierda del Tajuña. Sus fuerzas eran las brigadas XII, 35 y 55. Además, a disposición del nuevo cuerpo de ejército quedaba también la brigada 72, caballería, la brigada de tanques de Paulov y fuerzas de transmisiones y fortificación, más varios batallones sueltos en reserva. Eran 12 brigadas (que englobaban 40 batallones), cerca de 90 tanques y más de 30 piezas artilleras. La misión asignada al flamante IV cuerpo era la de mantenerse en sus posiciones, teniendo previstas otras algo a retaguardia que debían defenderse a toda costa en caso de tener que ocuparlas. Durante la noche del 11 al 12 el mando republicano acuerda pasar a la ofensiva empleando las unidades de Líster, apoyadas por tanques, artillería y aviación. A primera hora del día 12 la 11 división ataca Trijueque mientras que la aviación ametralla y bombardea las columnas de vehículos que saturan la carretera. A media tarde se producen entre los italianos los primeros síntomas de desbandada, pero esta no llega a producirse; sus líneas consiguen aguantar y en Brihuega se refuerza la guarnición, pero aun así, la baja moral de la tropa aconseja relevar a las dos divisiones que se encuentran en vanguardia (2ª y 3ª), reemplazándolas por las dos que permanecían en descanso (1ª y Littorio). Una vez que estas últimas estuvieran en primera línea debían limpiar de enemigo el bosque de Brihuega. Eldía 13 el relevo del sector de la 2ª división italiana en Brihuega se lleva a cabo solo parcialmente, pero sin más inconvenientes que los provocados por la intensa lluvia, el frío y la niebla. En Trijueque, bajo fuerte presión republicana, la división Littorio debe desplegarse nada más llegar para cubrir el repliegue de la 3ª e impedir que Líster tome el pueblo. Se luchará por el mismo todo el día, hasta que es abandonado por los italianos durante la noche, si bien se quedan muy próximos a él. Esto lógicamente, genera un cierto temor en la brigada de Marzo a quedar expuesta por la izquierda. El día 14 los italianos pierden el Palacio de Ibarra ante la XII brigada internacional. Días 15 al 17: El general Roatta, pedirá a Franco que ordene reactivar la presión de sus fuerzas en el Jarama, lo que se hará, pero sin que eso tenga ninguna repercusión apreciable en el frente de Guadalajara. El CTV, acosado y ya sin su espíritu ofensivo inicial, dispuso crear una segunda línea sobre la que poder replegarse en caso de necesidad. Esos días la actividad aérea fue intensa por ambas partes, pero seguía siendo más letal la republicana, incrementando la sensación de pesimismo entre los mandos italianos, a pesar de que objetivamente la situación de sus fuerzas no era mala. El 15, la cúpula del CTV sostuvo en Arcos del Jalón una reunión con Franco, Mola y Kindelán de la que prácticamente solo obtuvieron apoyo moral y deseos de nuevos bríos para retomar la ofensiva, ya que los nuevos ataques ordenados en el Jarama no consiguieron alterar en absoluto la situación de los frentes. En estos mismos días, los republicanos reorganizan y refuerzan su IV cuerpo de ejército. Reunido el 17 en Torija su alto mando, se ordena pasar a la contraofensiva atacando desde el extenso bosque que existe entre Trijueque y Brihuega para empujar a los italianos y de inmediato maniobrar para aislar Brihuega. La operación estaría en manos de Paulov, jefe de los tanques. El día 18el ataque republicano se desencadenó a las 14 horas y encontró una resistencia fuerte, a pesar de la cual las fuerzas de Mera fueron capaces de ocupar Brihuega durante esa misma tarde, derrotando en toda línea a la defensa italiana y obligándola a abandonar el pueblo en medio de una situación sumamente desfavorable. Conocida esta pérdida, y con Roatta en Salamanca, el mando accidental del CTV siente cercano el abismo y ordena que durante la noche del 18 al 19 la división Littorio también se repliegue urgentemente de las inmediaciones de Trijueque (en el kilómetro 78) para no quedar superada por su izquierda por el avance republicano que acaba de ganar Brihuega y está persiguiendo a las fuerzas en retirada. El día 19 la división Littorio estará en torno a Gajanejos, sin tenerlo, y el resto del frente del CTV (1ª división) unos cuatro kilómetros a retaguardia de la línea que tenía durante la mañana del 18. Incapaces de permanecer allí, durante el día 20las posiciones a cargo de las unidades fascistas volverán a retroceder cerca de 8 kilómetros más, pudiendo finalmente quedar fijadas por delante de Argecilla, en el kilómetro 97 de la carretera a Zaragoza y por delante de los pueblos de Hontanares y Cogollor en la zona más próxima al Tajuña, quedando por tanto donde estaban el segundo día de su ofensiva, pero sin Masegoso. También Ledanca y Gajanejos volvieron a manos republicanas. Llegado el día 22el frente no habrá sufrido nuevos cambios de importancia, quedando más adelantado el sector del mismo que estuvo a cargo de la II brigada de la división de Soria que el de los fascistas italianos. Estos hicieron un viaje de ida de 34 kilómetros (del 112 al 78 de la carretera de Zaragoza) y uno de vuelta de 19 (hasta el 97) en el que perdieron su soberbia ante un Ejército popular que, además de hacerles muchas bajas, les tomó abundantes prisioneros y material de guerra, y lo que es más importante, dejó claro que ya era capaz de ganar una gran batalla en campo abierto manejando adecuadamente las distintas armas y servicios que los formaban. En la batalla de Guadalajara la República perdió terreno, pero ganó moral y confianza en sus posibilidades de victoria, gracias también a la máquina de propaganda que supo poner en marcha para sacar el máximo partido posible de esta derrota fascista, cuyo ensayo de guerra relámpago chocó contra la alta moral y buena preparación de las unidades republicanas.
Tras la batalla de Guadalajara, Franco, viendo frustrados todos sus cálculos estratégicos en torno a Madrid, tendrá que dar por terminada la campaña para la toma de la capital, ya fuera por el ataque directo o mediante maniobras envolventes. Asumiendo que la guerra sería mucho más larga de lo esperado, él y sus generales tendrían que desplazar al Norte el esfuerzo bélico principal para intentar derrotar a la República por etapas. En la guerra civil en curso entre dos ejércitos regulares la victoria todavía no tenía dueño.
Ernesto Viñas